El proceso electoral para definir al gobernador del Estado de México ha pasado a la etapa legal, los vencidos buscan anular el resultado en los tribunales y el ganador deberá llevar a ese terreno la defensa de su triunfo pero mientras eso ocurre es interesante revisar y analizar lo que significó el 4 de junio.
En primer lugar hay que mencionar la gran cantidad de información falsa que surgió en esta contienda en particular; pareciera que los cursos de actualización de los estrategas incluyeron la materia de "creación de páginas falsas" pues todos los candidatos y sus partidos recurrieron a ese artilugio.
Sería demasiado complejo cuantificar la cantidad de sitios falsos (tanto de internet como de redes sociales) que se utilizaron para generar desinformación y descalificar a los candidatos; sin embargo, es evidente que en todas se hacía obvio el manejo tendencioso hacia favorecer a uno y descalificar a los demás que permitía saber quién la estaba patrocinando.
Las campañas que suponen la promoción de lo mejor de cada aspirante se convirtieron, más bien, en guerrillas de desprestigio; muchos comentarios de la gente iban en ese sentido y buena parte llegaron a su casilla sin saber qué ofrecían los candidatos pero conociendo varios de sus "trapos sucios".
Un tema que no debe dejarse pasar fue la falta de promoción al voto, si bien es cierto que en esta elección hubo mayor participación que en las anteriores (53 por ciento), también lo es que una semana antes las encuestas revelaban que entre 20 y 30 por ciento del electorado no sabían la fecha de la elección; lo cual indica que de los no votantes, casi la mitad no participaron por desconocimiento.
El crecimiento de Morena como partido es de hacerse notar. Comenzaron el proceso, hace un año, entre tercer y cuarto lugar; hoy se posiciona como la segunda fuerza política de la entidad en las cercanías de las elecciones municipales y diputaciones locales que se realizarán también en 2018.
Por último pero no menos importante fue el cochinero en que se convirtió la jornada, todos los partidos, en mayor o menor medida, recurrieron a las viejas y conocidas prácticas para tratar de influir en el proceso: coacción de votos, bloqueo de casillas, compra de credenciales de elector, así como algunas acciones más violentas que también se observaron.
Aún falta información para análisis más completos y profundos pero lo cierto es que, para 2018, la del Estado de México ha sido una elección que influirá de manera importante en futuras decisiones.