Año Nuevo, vida nueva, solemos decir, además de hacer una lista de propósitos a cumplir en los 365 días del año que inicia. Quizás nunca los hemos concretado pero no está por demás el intentarlo una vez más.
Los propósitos más usuales suelen ser estar relacionados con la salud. Los más frecuentes son bajar de peso, hacer más deporte, dejar de fumar o dejar de beber alcohol en exceso, viajar, ahorrar más, ser mejor persona. La salud en los tiempos modernos se plantea como algo más que una lucha contra la enfermedad, entendiendo a la enfermedad como el resultado de la pérdida del equilibrio de las tres esferas o dimensiones en que como personas nos desarrollamos. Esta alteración podría considerarse como una agresión sufrida por cualquiera de estas: la ambiental, la biológica o la psicosocial y que, por tanto, el proceso generador de enfermedades está en función de una realidad social históricamente determinada que incide tanto en la calidad de vida como en la calidad del medio ambiente y de la cultura.
Desde la concepción de salud como el completo estado de bienestar físico, psíquico y social establecida por la Organización Mundial para la Salud en 1960, se ha producido una reconstrucción de dicha definición con relación a considerar el medio social donde se desenvuelve el sujeto, como una pauta primordial de atención que eclipsa cualquier atención de la persona como individualidad. Bajo esta perspectiva, es de destacar la definición aportada por diversos autores, en los cuales se aprecia que la salud no es considerada exclusivamente en referencia a aspectos relacionados con la enfermedad, sino que es un concepto claramente multidimensional, donde el contexto social juega un papel preponderante por lo que el nuevo concepto destaca la salud como el conjunto de condiciones y calidad de vida que permita a la persona desarrollar y ejercer todas sus facultades en armonía y relación con su propio entorno. También se podría considerar a la salud como una manera de vivir cada vez más autónoma, más solidaria y más gozosa y con la capacidad de desarrollar al máximo nuestras capacidades.
Entendiendo a la salud física como el buen funcionamiento de los órganos y sistemas corporales, la salud mental sería el buen funcionamiento de los procesos mentales, lo que nos daría la salud individual. Generalmente nos ocupamos solo de este aspecto, dejando la salud colectiva o social y la ambiental en manos de los demás.
Estrechamente unido a la salud y con una relación causa-efecto directa nos encontramos con el concepto de estilo de vida, que se presenta al igual que la salud, como un término subjetivo que aglutina diferentes aspectos. El estilo de vida de una persona está compuesto por sus reacciones habituales y por las pautas de conducta que ha desarrollado durante sus procesos de socialización. Estas pautas se aprenden en casa y por la influencia de la escuela y el ámbito social y los medios de comunicación. Dichas pautas de comportamiento son interpretadas y puestas a prueba continuamente en las diversas situaciones sociales y, por tanto, no son fijos, sino que están sujetos a modificaciones.
Dado que no existe un estado ideal de salud, no hay tampoco estilos de vida prescritos como óptimos para todo el mundo. La cultura, los ingresos, la vida familiar, la edad, la capacidad física, las tradiciones, y el ambiente del trabajo y del hogar hacen que algunos modos y condiciones de vida sean más atractivos, factibles y apropiados.
Basados en estos argumentos teóricos, hagamos propósitos alcanzables, metas factibles de realizar. Solo necesitamos disciplina, voluntad y perseverancia.
Ignacio Cardona