
La industria relacionada con la imagen de López Obrador ha crecido tanto, que hay, por lo menos, sesenta tipo de objetos inspirados en su persona; desde tazas, amlitos parlantes, destapadores, corcholatas, almohadas, hasta muñecos de peluche, entre otros insólitos, que venden en varias partes, especialmente en un tendejón con el nombre de Pejelandia, situado a pocos metros de Palacio Nacional, en un expendio del que, cuentan, el propio Presidente se hizo de un muñeco para presentarlo en sus mañaneras.

El dueño del negocio, Armando Monter Jacinto, asegura ser el presidente fundador del Frente Nacional Obradorista; entonces se le pide mostrar el letrero de Pejelandia, que ha permanecido doblado a lo largo del techo de la barraca, pues lo hicieron para mostrar con amplitud el cúmulo de suvenires derivados de la figura presidencial. Monter ordena a dos ayudantes desenrollar la desgastada manta y, como por arte de magia, aparece lo que estuvo sostenido por puntales y mecates: Pejelandia.

Estamos en la Plaza de la Constitución, conocida como Zócalo, en cuyo perímetro están, entre otros edificios históricos, la Catedral Metropolitana, el Monte de Piedad, el Ayuntamiento de la capital, la Suprema Corte y Palacio Nacional, de cuyo lado izquierdo, visto de frente, inicia la calle de Moneda y una explanada que antecede al Templo Mayor, la cual se ha convertido en una abigarrada zona de puestos ambulantes, un espacio para danzantes y curanderos, protestantes y el vistoso sitio denominado Pejelandia.

—¿Entonces estamos en Pejelandia?
—En Pejelandia, la tierra del Peje, la tiendita de los obradoristas— dice Monter, quien afirma haber estado durante varios años en Estados Unidos y regresó para hacerse pejista de hueso colorado.
Monter es una de las personas que organizó las protestas frente al edificio de la Suprema Corte de Justicia en contra de los ministros y la presidenta, Norma Piña, pero asegura que hace un año se vio obligado a dejar ese lugar, después de recibir amenazas.

“Esta es la tiendita oficial de todos los obradoristas”, afirma Monter Jacinto, “aquí tenemos toditito lo que guste del Presidente Andrés Manuel López Obrador, que va desde llaveros, imanes, muñecos parlantes; tenemos Amlohadas, no son almohadas, y playeras; también tenemos a nuestra Presidenta virtual, Claudia Sheinbaum Pardo”.

Tienen otros artículos alusivos a la figura presidencial, como plumas, tazas, destapadores de refresco, encendedores, tequileros, alcancías parlantes, separadores de libros, calcetas, etcétera.
Monter sabe que alrededor del personaje surgió una industria, misma que será insustituible, ni siquiera por la próxima Presidenta, cuya imagen también vende, aunque no como la de AMLO.
“Muchos de los diseños yo los hice, pues soy diseñador gráfico”, explica Monter, en respuesta a una pregunta, “pero también varios proveedores nos traen sus productos y aquí se los compramos al mayoreo y los revendemos y ganamos una pequeña ganancia para este movimiento”.
Monter aclara que sus productos tienen garantía, pues han salido a la venta amlitos de procedencia asiática que no tienen la misma calidad que los suyos.
“Estos muñecos que tenemos aquí son hechos por manos mexicanas”, insiste. “Es producto nacional y por ende nos dan una garantía de un año, porque también andan vendiendo otros muñequitos, pero son chinos”.
—A poco venden amlitos chinos.
—Sí, pero no creas que con los ojitos así —añade con una sonrisa y lleva la puntas de sus dedos a los ojos, como estirándolos—, sino que los hacen los chinos, o no sé, y los dan un poco más baratos, pero salen muy mal de la pastillita que habla.
—¿Y ahora que se va El Peje aquí será Claudilandia?
—No, pues yo creo que El Peje es El Peje, y ya todos los demás políticos… pues yo los veo como discípulos; El Peje es El Peje, repito, y a él no habrá quien lo destrone.
Y nos adentramos más en la plaza y escuchamos de cerca el sonar de tambores y el ruido de cascabeles, así como sonidos de flautas; también se perciben aromas de inciensos y ramas frescas de pirul que usan para hacer limpias.

Cerca del cobertizo de Pejelandia, en la misma zona, está Axel Iván Hernández Cuéllar, quien también expende la figura de AMLO, aunque a menor escala, pues el origen del negocio son libros usados.
“Ahorita está vendiéndose demasiado, por lo mismo que se volvió un icono el personaje de Andrés Manuel”, comenta Axel. “Tenemos diferentes tipos de amlitos que hablan”.
—¿Cuáles, por ejemplo?— se le pregunta al joven, quien se dispone a mostrar la mercancía con la imagen presidencial.
—Tengo éste, que les sale en cuatrocientos; es el que anunció en la mañanera el señor Andrés Manuel López Obrador; tengo también alcancías, tengo peluches, tengo gorritas, tengo almohadas, amloalmohadas.
—¿Y qué es lo que más se vende?
—Lo que más vendemos viene siendo el amlito, que es el de vinil; también la alcancía. De AMLO también tengo calcetas y tanquecitos del Bienestar, que vienen siendo estos. Este le viene saliendo en cuarenta. Éste es pastillero...
En el resto de esta plaza se reúnen, desde tiempo atrás, personas que por generaciones practican danzas autóctonas, como la joven Aniditzel Gutiérrez Ramírez, quien se dedica a la difusión cultural.

“Yo a partir de los seis años fue cuando empecé a meterme a las danzas y aprender un poquito a tocar el tambor”, comenta la joven.

—¿O sea que creciste en este ambiente?
—Sí, me crié aquí en el zócalo, prácticamente desde que estaba en la panza de mi mamá; aunque antes estábamos del otro lado, en el monumento a México-Tenochtitlán.
Y también hay otras personas que llegan de vez en cuando a protestar, con la esperanza de que el Presidente López Obrador los regrese a ver, como una pareja de discapacitados, entre el que está José Clemente Sebastián, quien llegó desde Pátzcuaro, Michoacán, donde el presidente municipal, Julio Alberto Arreola, de Morena, ya no les permitió vender, después de veintisiete años de hacerlo en la Plaza Vasco de Quiroga.

Y nos despedimos de Pejelandia y sus alrededores, cerca de la Catedral Metropolitana y no muy lejos del costado izquierdo de Palacio Nacional, entre curiosos, viandantes, gente que protesta de manera pacífica, hasta envolvernos entre el humo de copal y sahumerios, el ruido de danzantes, curanderos y el griterío de vendedores ambulantes, los llamados toreros que nunca faltan en esta plaza, así como en su periferia y más allá.
