Política

Todo lo que Ernesto no dice

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Mehace sentir bien que se vean árboles, me da buena espina, ¿cómo le digo?, me tranquiliza saber que mi hijo, ahí dentro, también los ve, porque así pienso que él puede sentir que si esos árboles están ahí, tan cerca de él, no todo está tan mal, no todo es duro, no todo es triste, no todo está perdido.

Aurora come tacos en un puesto frente al Tutelar de Menores Número 1, en avenida San Fernando (Tlalpan). Su hijo Ernesto está ahí encerrado hace 13 meses. Los árboles a los que se refiere son tres robles que crecen en el patio de la cárcel y se levantan cinco metros por encima de la reja.

Me dejan verlo una, a veces dos veces a la semana, y pues él me dice que está bien, que come más o menos, que hace ejercicio, que lo dejan dormir, y que hace unas semanas vinieron unos chavos que les dieron un taller de escritura y él escribió un poema y un cuento.

Aurora fue golpeada por su esposo durante ocho años, pero lo dejó el día en que también golpeó a su hijo, quien quiso defenderla. Ernesto tenía 13 y se lo llevó a vivir a Ixtapaluca con sus abuelos maternos. Jugó futbol de portero y comenzó a asaltar combis con sus amigos. Lo arrestaron en julio de 2018.

Me dice que tiene tiempo libre, que dibuja, que me extraña, que extraña a sus abuelos, que ellos cuándo vienen a verlo, que cómo está su perrita, que los fines de semana se arman cascaritas, que los han visitado músicos y grupos de teatro, que se ha puesto más fuerte, que si su cuarto sigue igual, que si le puedo llevar más revistas deportivas.

A Aurora le aterra todo lo que Ernesto no le dice.

Una escucha cosas, una se entera de que hubo un motín (en febrero de 2017 un grupo de 17 menores quemaron colchones en el patio del tutelar para manifestarse en contra de las revisiones para decomisar objetos no autorizados), de que los narcos usan a los adolescentes presos para que desde la cárcel les hagan trabajos, de que dentro hay droga y prostitución y violaciones, y pues que Ernesto me diga que todo está tan bien solo me angustia, porque comienzo a imaginar todo lo que calla, todo eso que si no me dice es porque seguro es terrible.

Aurora termina de comer y paga. En su bolsa guarda un recipiente con jícama y zanahoria que rayó por la mañana. Espera no tener problemas para que le permitan dárselo a Ernesto.

Pero, ¿qué hago?, ¿qué puedo hacer? Ir a ver a mi hijo, llevarle comida, estar con él, apoyarlo como madre, y rezar porque mi presencia y esa música que le llevan, ese teatro, esa escritura, que eso pueda más en su alma que la maldad y lo ayude para que se esfuerce y crea en que en el futuro su vida tiene esperanza.

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Hugo Roca Joglar
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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