Política

El Perfume: olfato, sentido creador de códigos para la comunicación

Primero hablemos de códigos de comunicación. Usualmente, nos referimos a un sistema de signos que trasmiten un mensaje (Grafías: que forman lenguajes de países, matemáticos, químicos, informáticos. Imágenes: que dan avisos o situaciones restrictivas. Aparatos: semáforos, servidores de agua. Gestuales: corporales, faciales) que por convención (acuerdo) tanto regionales como internacionales hemos creado para comunicarnos.

La manera más sencilla de ver un código de comunicación es cuando tenemos: un emisor, un mensaje y un receptor. Sin embargo, para que la comunicación se lleve a cabo debemos conocer el código: su significado y su contexto.

Estos conceptos se encuentran dentro la esfera de lo lingüístico oral, escrito, o no verbal. Diremos, que con este sistema de signos, en forma general, hacemos uso de la vista y el oído para entendernos.

Pero estas definiciones no son suficientes cuando analizamos el olfato como un receptor que nos crea códigos de comunicación.

Tenemos que ir a la percepción, a la sensación (proceso de reflejos sensoriales), donde además se hallan el sentido del tacto, del gusto.

La termorecepción: sentido del calor. Nocicepción: sentido del dolor. Propiocepción: sentido kinésico, el cuerpo tiembla por algo que siente. Equilibriocepción: sentido del equilibrio, nos hace sentir el espacio: arriba, abajo, izquierda, derecha, adelante, atrás. O el sentido de alerta.

Con lo dicho, pasemos al libro, El Perfume: historia de un asesino, novela del escritor alemán Patrick Süskind, publicado en 1985.

La obra está dentro del género de ficción (del latín fictus, fingido, inventado): Simulación de la realidad en mundos ficticios.

El texto inicia en la pestilente París del siglo XVIII. Rápido, sabemos el nombre del principal de la novela, Jean-Baptiste Grenouille, descrito como un monstruo que no dejó rastro alguno porque se movió en el efímero mundo de los olores.

Su madre, una pescadera, que en un local del mercado había tenía cuatro hijos y que los dejó morir entre las vísceras desalojadas. Desea matar a su quinto hijo. Él llora, la detienen y la decapitan.

El bebé es dado a nodrizas que lo rechazan porque es voraz, mama por dos. Una, lo regresa al párroco, él pide la causa, dice que es un demonio porque no huele como niño. Sabemos que no tiene olor humano. También se revela el súper poder de Grenouille. El bebé despertó y olió al clérigo en todas sus partes:

“El niño inodoro le olía con descaro, olía el sudor, el vinagre que comió, se sintió desnudo, le husmeaba hasta perforarle la piel para oler sus entrañas, estaban al descubierto sus ideas más tiernas y más sucias, sintió terror.” La omnipotencia del olfato. En los años siguientes abarcará todo olor y a la distancia.

Grenouille desea plasmarlos, con ese fin se vuelve perfumista, ayudado por un maestro regula su saber. Al tiempo descubre que no tiene olor y por eso es relegado. No era percibido. Decide creárselo y nos da la base de nuestro olor: “Heces de gato, vinagre, sal, queso podrido, sardina hedionda, huevo rancio, amoniaco, nuez, cuerno molido, tocino, algalia (secreción fuerte de animales) todo diluido en alcohol.” A esto le agrega varias esencias florales y crea un olor para cada ocasión: amable, discreto, sensible, cariñoso. Ahora sí hay código de comunicación. Lo tratan de acuerdo al perfume que usa.

Más adelante decide hacer un olor para dominar a los humanos, para lograrlo, mata a 25 hermosas doncellas a quienes les roba su fragancia. Lo atrapan. Usa una gota de la esencia y subyuga a la población.

Süskind nos da un personaje que va más allá de ser un asesino, si solo lo viéramos así, sería trivial, vano, otro homicida más, sin valor para la humanidad. Jean-Baptiste Grenouille es un ser un superdotado, carente de olor y por eso es repudiado. El libro describe la incompatibilidad, tal vez química o sensitiva, que nos lleva al desprecio o rechazo que sin explicación alguna, muchas veces, hacemos de las personas.

Hugo G. Freire


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