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Ganancias inconsistentes

  • Economía empática
  • Ganancias inconsistentes
  • Héctor Farina Ojeda

Una de las notas recurrentes, gastadas y cíclicas en los medios de comunicación es la que anuncia bonanza porque la economía de Estados Unidos tiene un buen momento: “se recupera”, “se fortalece”, “crecerá”, señalan los titulares. Y aunque siempre es una buena noticia, los aires que adquiere el fenómeno son magnificados, como si el repunte del vecino viniera a resolver, mágicamente, lo que ocurre en la economía mexicana e incluso con muchas economías latinoamericanas.

Precisamente hace unos días la noticia fue la aceleración de la economía estadounidense, que entre abril y junio tuvo un repunte de 2.8 por ciento en comparación con el mismo periodo del año pasado. La cifra mejoró las previsiones de los analistas y genera entusiasmo debido a que el motivo del crecimiento es el gasto personal, es decir que el consumo interno está dinamizando las distintas actividades económicas. Y esto es bueno para México y otros países que tienen una elevada dependencia económica del mercado estadounidense, aunque se trata de una condición para la mejoría y no de un resultado.

La dependencia económica tiene muchos matices. Cuando a Estados Unidos le va mal, a sus socios generalmente se le extiende el malestar. Pero cuando le va bien, eso no necesariamente se traduce en iguales resultados. No es una cuestión lineal y directa que si a uno le va bien al otro también. No es sólo cuestión de ver tasas de crecimiento sino de los efectos en la gente, en la calidad de los empleos, en la distribución de ingresos y en las verdaderas oportunidades que llegan a las personas que más lo necesitan.

Si se mira en el corto plazo, las noticias de bonanza en la economía estadounidense se perciben como un respiro y desatan un optimismo ingenuo. Como si la realidad fuera aritmomórfica: toman un dato y a partir de él construyen toda la realidad, de manera tal que un repunte de la economía ajena parece un repunte de la economía propia, con todas las bondades potenciales que suponen ocurrirán. Pero así como ahora el dato desborda optimismo, basta otro dato contrario para que el pesimismo aparezca y la realidad en perspectiva cambie de dirección.

El gran problema de la dependencia en América Latina y en México es que generó una cierta comodidad con la exportación de los mismos rubros y la venta de materia prima. Mientras tanto, el dinamismo propio se ha visto postergado y eso se nota en la insuficiente inversión en educación, en los escasos presupuestos para ciencia y tecnología, el poco apoyo a la investigación y el enorme retraso que tenemos en cuanto a infraestructura. Nuestras economías son lentas, poco productivas, y con una limitada capacidad de innovación debido a la mala calidad educativa.

El reto enorme que tienen los países latinoamericanos es acelerar su transformación interna e invertir en lo que realmente genera desarrollo. Ni la dependencia ni los buenos vientos ni el crecimiento ajeno traerán desarrollo si no se construyen las condiciones internas.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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