El primer discurso del presiente Joe Biden es una bocanada de aire freso para Estados Unidos y para el mundo. Los principales temas: unidad, esperanza, verdad, democracia.
Unidad que no significa impunidad. Hay círculos que deben cerrarse, el ataque al Capitolio de hace dos semanas no debería quedar en el olvido, y tiene que haber consecuencias para los responsables. Biden pidió “dejar la política de lado” para temas como la pandemia, así como detener la “guerra no-civil”. “La política no tiene que ser fuego que destruye todo a su paso”, dijo Biden, aunque desde luego esto no es en detrimento de la justicia.
Esperanza que no significa credulidad ni fe ciega. Joe Biden sabe que tiene un camino sinuoso y complicado por delante, pero siempre ha sido un político de actitud positiva. Y a pesar de la difícil situación, su confianza en su equipo y en los norteamericanos es genuina, pero debe partir del reconocimiento de un terreno sumamente espinoso.
Verdad que no significa dogmatismo político. Para el nuevo presidente será importante escuchar a los expertos, a los científicos. Él tomará las decisiones, sí, pero basadas en la ciencia, no en caprichos personales. No se trata de “agradar” al presidente ni de seguir siempre una línea ideológica, sino de buscar lo que funciona y comunicar sin manipular.
Democracia que no significa desorden. “La democracia ha prevalecido”, dijo Biden en su discurso. Y es muy importante enfatizar que, a pesar del ataque de la semana pasada al Capitolio, la transferencia de poder se dio, las instituciones políticas ganaron. Pero esto fue gracias en parte a los elementos de seguridad y a los protocolos de emergencia.
Apunte spiritualis. El mensaje al mundo: “Lideraremos no a través del ejemplo de nuestro poder, sino a través del poder de nuestro ejemplo”. La idea sería, ojalá, regresar al liderazgo del mundo libre, pero con una actitud internacionalista y no unilateralista. No será fácil. Pero por lo pronto, hay una luz.
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