Cultura

Los miserables

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  • Gustavo Guerrero

En 1862, Víctor Hugo presentó al mundo su versión de la lucha de clases y la guerra entre el gobierno francés y lo que se denominó "Los Miserables", en una brillante epopeya. Desde entonces, se han hecho muchas versiones. Los oficiales de policía Chris (Alexis Manenti) y Gwada (Djibril Zonga) cubren parte de la periferia de París en un escuadrón teóricamente contra el crimen. Ya son conocidos por su comercio local y, sobre todo, por los diversos jefes del crimen que se encargan de sus respectivos barrios. Por lo tanto, sirven como mediadores entre una pandilla y otra, ignorando tanto como sea posible cualquier insignia en su ropa.

Pero cuando el oficial de policía Stéphane Ruiz (Damien Bonnard) es transferido a la misma estación de policía que Chris y Gwada, los tres deben integrarse para que el trabajo funcione. Y lo que los dos policías consideran correcto es bastante diferente de lo que piensa el oficial Ruiz. Aun así, se convierte en un observador, aprendiendo cómo funcionan las cosas en ese lugar.

Este "Los Miserables" aborda una lucha de clases sin que parezca una aburrida lección de historia. El trabajo adquiere una mirada sutil y útil a las discusiones que van más allá de los muros de París. Los latinos, africanos y asiáticos que viven en un país subdesarrollado comprenderán muy bien los matices presentados aquí.

Con esto, el director lleva al espectador a un recorrido por las afueras de París. Poco a poco, las pequeñas historias se entrelazan y crean vínculos, que culminan en el tercer acto extremadamente tenso y conmovedor, algo muy similar a la lucha experimentada por los personajes tradicionales del libro original. A diferencia de una población pobre que quedó a merced de la burguesía del siglo XIX, aquí el espectador conoce la revuelta de los jóvenes negros y árabes.

La película es un gran retrato del contraste social que afecta a Francia, que no parece haber sufrido tantos cambios como su historia podría contar. Así, cuando el espectador sigue a una multitud en un alboroto por las calles de París, cerca del Arco del Triunfo, se aprovecha de ese circo como un recordatorio de que la alegría terminará. Volviendo a la realidad, la infancia de tantos niños que, retratados como marginados, no tienen perspectivas de celebrar más que un partido de fútbol. Es cuando se acaba el pan y termina el circo que llega la miseria de toda una generación.

@gusguerrodi


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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