Este 4 de octubre pasado se cumplieron 250 del nacimiento del Dr. José Francisco Arroyo Villagómez, un mexicano muy destacado, sólidamente formado, gran legislador y, sobre todo, un sacerdote caracterizado por su donación a su ministerio y por su defensa de los derechos de la iglesia.
Nació en el mineral de San Sebastián (hoy San Sebastián del Oeste) en el entonces reino de la Nueva Galicia el 4 de octubre de 1775. Su aplicación a los estudios en los once años que estuvo en el seminario conciliar fue muy destacada. “Logró por oposición y con aprobación unánime de sus sinodales, una beca de honor”
Obtuvo por la Universidad de Guadalajara los grados de Licenciado y Doctor en Teología. Impartió las cátedras de Historia Eclesiástica y Elocuencia Sagrada en el Seminario Conciliar de Guadalajara; y Teología en la universidad. Así mismo, impartió clase de Prima, Santo Tomás y Lugares Teológicos. En 1813 estuvo entre los candidatos a la rectoría de la Universidad de Guadalajara. Posteriormente fue rector del seminario de Monterrey.
Como legislador fue electo a las cortes españolas de Madrid para el periodo 1820-1821. A su regreso, fue electo diputado y presidente del congreso constituyente de Nuevo León, así como legislador a las primeras cuatro legislaturas del propio congreso neoleonés. Impulso un programa legislativo y de acciones ilustradas en materia educativa y de promoción de la economía. En sus discursos la articulación de sus ideas de avanzada era muy persuasiva. Por su gran labor, el Congreso de Nuevo León le puso a uno de los municipios de ese estado el nombre de Dr. Arroyo.
Además de esta intensa labor en el servicio público, como sacerdote y miembro de los cabildos eclesiásticos de Monterrey y Guadalajara tuvo una entrega generosa en su ministerio. Fue propuesto por el arzobispo de México para ser obispo de Sonora y también fue propuesto para el obispado de Durango y Guadalajara. Una muestra de la recomendación del gobernador de la mitra de Monterrey: “se ha ejercitado sin intermisión el Dr. Arroyo en la administración de los Santos Sacramentos y predicación de la palabra divina, no limitándose su celo por el bien de las almas á la diaria administración del sacramento de la penitencia en la iglesia, sino que se ha prestado con la mayor complacencia y actividad á cualquiera hora del día ó de la noche, sin servirle de embarazo lo rígido de las estaciones del clima, al socorro de cuantos han solicitado su dirección, de modo que más bien se ha podido titular un Vicario expensado por el Cura del Sagrario, que Canónigo ó Dignidad de la Catedral” (en Iguíniz 1917: 348-349. Se conserva ortografía original). Por dos décadas fue el principal representante del clero en la defensa de los derechos de la iglesia católica.
De nuevo en Guadalajara fue escalando de canónigo penitenciario, a maestrescuelas, a Chantre y a Arcediano, con idéntico piadoso desempeño. Siendo Arcediano falleció el 5 de noviembre de 1847. Está sepultado en el templo de capuchinas de Guadalajara, donde habrá un evento conmemorativo el próximo 21 de octubre a las 17:00 hrs.