La noche del 9 de octubre del 2020, tres días antes del Día de la Raza, la estatua de Cristóbal Colón desapareció de su pedestal. Suárez del Real, entonces secretario de Gobierno de la ciudad, explicó que se llevaban a Colón para restaurarlo, remozarlo y dejarlo flamante. Dicen los enterados que hasta baño de vapor le dieron al descubridor de la América.
Resulta que a Chucha la bolsearon. Colón no volvió a la glorieta de la avenida Reforma. Ni volverá. Qué fácil se les da la mentira a este gobierno. Gil imagina la instrucción: bajas al miserable neoliberal de allá arriba y te lo llevas, dices que lo vas a limpiar con Brasso y luego lo desaparecemos. Y eso hizo Suárez del Real.
Gilga se acordó de aquello que contaba Ibargüengoitia cuando le enseñaba su mamá la historia: estos son los Niños Héroes, este es el Pípila y éste que se parece a tu tía Carmela es Cristóbal Colón. Pues de que la tía Carmela se va a Polanco.
Historia para qué
Gamés estaba convencido de que cambiar una estatua del Paseo de la Reforma requería de mil permisos del INAH y del INBA, de la opinión de expertos, de un debate acerca de la memoria de la ciudad. Nada: dejan pelón el pedestal y quieren traer a una mujer olmeca símbolo de la resistencia indígena y femenina.
Cambiar la historia significa, entre otras cosas, modificar los hechos tal y como ocurrieron. Retirar la estatua de Colón para darle su lugar a una mujer olmeca, medita Gamés, muestra a estos supercheros de la programación política: nuestras raíces indígenas, el perdón a los pueblos originarios, el desconocimiento, la historia como mito y leyenda.
El Paseo
Gil lee y cuenta: el Paseo de la Reforma empezaba en la glorieta ocupada por la estatua de Carlos IV y concluía en la puerta del Bosque Chapultepec. Se abrió en 1865 y la imaginó Maximiliano de Habsburgo, por eso se le llamó la Calzada del Emperador, una línea recta y corta al Castillo de Chapultepec. Hasta los años de 1882 y 1883 empezaron a edificarse casas enormes en la avenida, chalets, palacetes. Había un requisito para construir: que las casas tuvieran al frente 8 metros de jardín.
Aquí es donde la lectora y el lector deben poner atención; bueno, un poco de atención. Entonces había dos monumentos en esa calzada que luego fue paseo: uno dedicado al descubridor del nuevo mundo, Colón; otro, al último defensor de Tenochtitlán, Cuauhtémoc. Cuando apareció Colón, por cierto, hubo ahí un gran café con ese nombre y los baños Pane, el gobierno consideró nuevas erecciones (no empiecen) en otras glorietas.
Así, en el año de 1877, se ordenó la construcción del monumento de Cuauhtémoc situado en la segunda glorieta del paseo. Francisco Jiménez fue el encargado de ejecutar la parte decorativa de la obra de Miguel Noreña. ¿Y qué creen? Muerto don Jiménez, Ramón Agea concluyó la obra en 1887. Al frente, la inscripción dice así: “A la memoria de Cuauhtémoc, y de los guerreros que combatieron heroicamente en defensa de su Patria”. En la parte posterior puede leerse: “Ordenaron la erección de este monumento Porfirio Díaz, Presidente de la República y Vicente Riva Palacio, secretario de Fomento”. Sí, fue el dictador Díaz el que ordenó restituir la imagen del último emperador azteca. Sugerencia: Quiten a Cuau y pongan una nueva. “Tengan: para que aprendan”.
A cantar
Gamés propone que en la mañanera se cante, además de “Los caminos de la vida”, esta canción (Jesús: el micrófono por favor):
“Los hermanos Pinzones eran unos… marineros / Que se fueron con Colón / que era un viejo... bucanero / Y se fueron a Calcuta a buscar algunas... playas. / Y los indios motilones les cortaron... la retirada. /Colón, Colón, y su hijo Cristobalito. / Al piloto Pedro Angulo, le quisieron dar… por muerto. / Y a su hermano Bobadillas lo llenaron... de laureles. / La Reina Isabel dio sus alhajas / Cuando Colón le hizo la historia / a la reina de Castilla le gustaban las torrejas / y los indios sembraron frutas para los hijos de... España /Colón, Colón y su hijo Cristobalito”.
Gabinete de curiosidades
Guarro: este es uno de los innumerables nombres que se le da al cerdo. En los siglos XVII y XVIII existía alguna diferencia entre guarro y gorrino. El gorrino era el puerco pequeño que aún no llega a cuatro meses y era por tanto lo mismo que lechón. Las voces son onomatopéyicas y derivan de guarr, o gorr que imitan la voz del cochino cuando chilla. (Del libro: Procedencia de palabras extravagantes, Libsa, 2011).
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