Hay una propuesta de reforma constitucional para que la revocación de mandato ocurra durante las elecciones intermedias. La justificación es la de economizar y evitar una votación nacional posterior a los comicios de medio término. La realidad es que detrás hay un trasfondo político: se trata, ni más ni menos, que de tener a la Presidenta en la boleta electoral de 2027.
Como ya lo han advertido varios analistas, esto podría sesgar la elección en favor del partido en el poder. Recordemos que en la elección estarán en juego 500 diputaciones y 17 gubernaturas. La idea es que la presencia de Sheinbaum en la boleta mejore los resultados de su coalición. La propuesta parte de la premisa de que la imagen presidencial es mejor que la de muchos gobiernos locales, lo cual es muy probablemente cierto.
Se trata de una propuesta astuta. Es, de hecho, la propuesta original de AMLO, solo que él no pudo implementarla porque no tenía los votos para hacerlo. Claudia sí los tiene, por lo que el Congreso se apresta para la modificación. Convendría, sin embargo, detenerse a reflexionar en que esto podría ser un arma de doble filo: lo que puede ser bueno para el partido podría no serlo para la Presidenta.
Recordemos que AMLO fue ratificado en 2022 con 92% a favor de que siguiera. Esto ocurrió en un contexto en el que la oposición le hizo el vacío al proceso revocatorio, por lo que apenas participó 18% del electorado. Sin embargo, todas las encuestas previas sugerían un resultado más cerrado, especialmente aquellas que fueron levantadas cerca de las elecciones intermedias. En particular, una encuesta que se levantó entre votantes justo el día de la elección encontró que 49% estaba a favor de que AMLO siguiera, mientras que 46% estaba por la revocación, una diferencia tan pequeña que estaba dentro del margen de error. Se podrá pensar que la encuesta estaba errada, pero debe considerarse que en esa elección los candidatos de oposición (PRI-PAN-PRD-MC) obtuvieron 48% de los votos, mientras que los de la coalición gobernante obtuvieron 44%, un resultado no muy distinto del reflejado en la encuesta sobre la revocación.
Y ese es justo el riesgo: poner a prueba a la Presidenta en un contexto de alta efervescencia electoral podría resultar contraproducente. Incluso si no pierde, una votación relativamente cerrada la podría debilitar. Este escenario es especialmente probable si la participación es más elevada entre los votantes que quieran ejercer un voto de castigo o entre los simpatizantes de la oposición (quienes podrían tener más incentivos a movilizarse justo con la Presidenta en la boleta).
Se podrá pensar que la popularidad de Sheinbaum es tan alta que ese riesgo no existe. Sin embargo, las encuestas que realiza regularmente Alejandro Moreno muestran que la presidenta perdió 30 puntos de balance de opinión en apenas ocho meses: pasó de 85% de aprobación y 15% de desaprobación en febrero (un balance de +70) a 70%-30% en octubre (+40). Estamos a 18 meses de la elección intermedia y cualquier cosa podría pasar en ese lapso. ¿Es necesario arriesgar la imagen de la Presidenta para tratar de ayudar a los candidatos de la coalición? Es duda genuina.