La reforma al Poder Judicial en Jalisco se ha convertido en el espejo más fiel del nuevo equilibrio político del estado. Movimiento Ciudadano gobierna, pero no lo hace con una mayoría absoluta. Las urnas del 2024 distribuyeron el poder con un propósito democrático que hoy obliga al diálogo. El Congreso local es hoy un mosaico de fuerzas políticas diversas, reflejo de una ciudadanía que votó de manera diferenciada y que, por lo mismo, exige una forma de gobernar mediante acuerdos, negociación y respeto a la pluralidad.
Durante meses, esa pluralidad fue ignorada. La falta de interlocución entre el Ejecutivo y las bancadas del Congreso derivó en un estancamiento político que retrasó la armonización de la reforma judicial con el mandato federal. Jalisco incumplió el plazo establecido en marzo, mientras que el país ya avanzaba con la integración del nuevo Poder Judicial Federal. La ausencia de diálogo, la inacción de los interlocutores políticos y la soberbia de quienes confiaban en la dispersión de la oposición, crearon el escenario perfecto para un bloque opositor inédito, que encontró en la falta de diálogo su mejor catalizador.
Pero algo cambió. El gobernador Pablo Lemus asumió que la política no puede seguir ausente y decidió reabrir los canales del diálogo. La reunión sostenida con la Junta de Coordinación Política (Jucopo) y los líderes de las fracciones parlamentarias marcó un giro en la relación entre poderes. No se trató de un encuentro de subordinación, sino de respeto. El mensaje fue claro, la gobernabilidad en un Congreso plural se construye mediante conversación constante, no con imposiciones ni silencios.
De aquella reunión surgió un acuerdo político general para mantener mesas de trabajo permanentes entre el Ejecutivo y el Legislativo, con el propósito de discutir temas clave como el presupuesto, los nombramientos venideros y la reforma judicial. La coincidencia entre el gobernador Pablo Lemus y los líderes parlamentarios en la necesidad de abrir un diálogo constante representa un punto de inflexión en la relación entre poderes.
El fin de las hegemonías no es una derrota para el Ejecutivo, sino una oportunidad para la madurez democrática de Jalisco. Las mayorías absolutas dan eficacia, pero los Congresos plurales otorgan legitimidad. El diálogo que ahora se abre entre el gobernador y las fuerzas políticas opositoras en el Congreso, puede ser el inicio de una nueva gobernabilidad, una de tipo democrático, sin aplanadoras, más compleja pero también más representativa.
En esta nueva etapa, la eficacia ya no se medirá por la rapidez con que se aprueban las reformas, sino por la calidad del consenso que las respalde. La política es, al final, el arte de ceder algo para no perderlo todo. Si el gobierno de Jalisco logra mantener este tono de respeto y colaboración con el Congreso, no solo podrá sacar adelante la reforma judicial, sino también recuperar la confianza en la salud del ejercicio de la política.
La democracia jalisciense necesita menos monólogos y más conversación. Y esa reconstrucción del diálogo, que comenzó con un gesto de autocrítica y una mesa de razonamiento entre poderes, bien puede marcar el inicio de una nueva etapa. Una en que la que la política —la del oficio y el diálogo— regrese a gobernar Jalisco.
El equilibrio entre poderes no solo es un principio constitucional, sino una condición de fortaleza democrática. Un Congreso que despierta, que debate y ejerce sus atribuciones, fortalece al sistema en su conjunto. La disposición del Ejecutivo a escuchar y gobernar mediante acuerdos no lo debilita, lo legitima.
Como advirtió Juan Linz, las democracias estables dependen menos de la fuerza de los gobiernos, que de “la existencia de instituciones capaces de contenerlos”. Giovanni Sartori sostiene que la división de poderes no es una limitación del Ejecutivo, sino una garantía de que el poder “se mantenga dentro de los cauces de la razón y del derecho”. En ese sentido, lo que hoy ocurre en Jalisco —con un Congreso activo y un Ejecutivo dispuesto a dialogar— es un signo de madurez institucional, debido a que el poder se equilibra y, en consecuencia, se fortalecen los frenos y contrapesos.