De acuerdo con el Programa de Ordenamiento Territorial Metropolitano 2024, el corredor López Mateos canaliza los impactos de un modelo de crecimiento urbano disperso, desconectado, distante y profundamente desigual. Esta vía —estratégica para la actividad económica del sur del AMG— no sólo ha sido desbordada por la expansión de la ciudad, sino también por la permisividad institucional que ha permitido su deterioro sistemático.
La cifra es contundente, 2.5 millones de viajes diarios, con un 23% realizados en automóvil, y sin un solo kilómetro de ciclovía construida. La movilidad, lejos de diversificarse, se ha subordinado a la lógica del coche particular, perpetuando el congestionamiento como paisaje habitual. López Mateos no es solo una vialidad colapsada, es el retrato de un modelo urbano que ha fracasado.
El crecimiento acelerado de fraccionamientos y centros comerciales sobre esta arteria no ha estado acompañado de infraestructura ni de servicios urbanos básicos. La zona de influencia sumó más de 256 mil nuevos habitantes entre 2010 y 2020, y urbanizó más de dos mil hectáreas bajo un patrón de expansión que prioriza la plusvalía sobre el interés común.
La permisividad en los usos de suelo, la flexibilización de densidades y la constante omisión de la normatividad urbana no son hechos aislados, son síntomas de una expansión fragmentada y de una visión cortoplacista que privilegia al desarrollador antes que al ciudadano. Cada acceso improvisado, retorno peligroso o giro indebido, es una concesión más a la inercia de un modelo que no se atreve a corregirse.
No hay orden sin planeación, y no hay planeación sin voluntad política. Mientras se anuncian medidas reactivas —semaforización, transporte escolar, trabajo remoto— el eje sigue atrapado en una contradicción de fondo, pues se exige fluidez en una vía diseñada para saturarse.
López Mateos no necesita más parches. Requiere una reestructuración integral, donde la movilidad no sea privilegio del automóvil, y el desarrollo urbano deje de ser rehén de la permisividad institucional. López Mateos no está solo congestionada, está atrapada en una ciudad sin proyecto, que se pierde en su propio laberinto. Donde el crecimiento urbano avanza con voracidad, pero cada vez podemos movernos menos.