¿Hay manera de que puedas levantarte todos los días con el ánimo por los cielos? ¿Saltando y cantando rebosante de gusto y felicidad? ¿No verdad? La sola idea de eso nos pintaría la imagen de alguien probablemente drogado o alcoholizado. Ninguna persona en sus cinco sentidos vive permanentemente motivado. No hacemos las cosas solamente por motivación; los adultos las hacemos por responsabilidad. Por compromiso.
Muchos tienen una visión equívoca de la motivación; creen que se vive de ella para lograr metas. Los grandes éxitos, requirieron de algo más que motivación; implicaron un compromiso profundo, convicciones, propósitos y decisiones personales. Sacrificios. Abandonamos gimnasios, psicoterapia, dietas, cursos de idiomas, porque nos inscribimos en un arranque de motivación, y no en un sentido de compromiso profundo como escenario interior. Si cada cosa en nuestra vida es puesta a depender de la motivación, seguramente terminaremos por dejarla a medias y sabotearnos. El amante de la motivación, tiene un temperamento infantil, impulsivo, y problemas para asimilar la realidad y entender sus exigencias. Dice que amaneció sintiéndose triste o desanimado, para abortar su compromiso de ir a correr diario. Estudiamos un idioma y requiere esfuerzo y disciplina, pero ello nos aleja de la comodidad, entonces concluimos “esto no es para mí”. Quien sobreestima la motivación, vive esperando sucesos mágicos que le cambien la vida, oportunidades repentinas donde todo resulte fácil, atajos que le eviten pagar el precio de construir cosas que valen la pena. La motivación como eje central sólo es para los niños, si acaso para los adolescentes. Si ellos se desvelan y tienen flojera de levantarse temprano, simplemente deciden no ir a la escuela. No les importa. Si tienen padres complacientes, serán irresponsables. Como adultos, no podemos hacer eso cuando se trata de levantarnos para ir a trabajar después de una noche de juerga. Porque habrá consecuencias. Los adultos tenemos como prioridad cosas como: convicción, decisión, compromiso, disciplina, y la palabra empeñada. La motivación debe ser vista como un condimento. Nunca como una premisa.