Las constantes riñas en los planteles de la zona sur de Tamaulipas, no son de causa espontánea: tienen nombre y apellido.
¿Son culpables los maestros y directivos por no ejercer una labor policiaca con cada alumno? ¿O de la personalidad violenta de los jóvenes por fallas en la autoridad? Definitivamente la respuesta es no. La conducta hostil de muchos jóvenes es el resultado del fracaso educativo de sus padres por más de 13 años.
Cuando estos chicos ingresaron al bachillerato, las estructuras básicas de la personalidad ya estaban formadas. Son la expresión de las fallas de su familia para transmitirles habilidades de manejo de emociones. Proceden de entornos en donde el abandono, la indiferencia, la agresividad y la violencia, son el pan de cada día. La violencia por lógica, no es culpa directa del personal académico.
¿Entonces los directivos están exentos de responsabilidad en este fenómeno? Por supuesto que no. ¿Entonces de qué son culpables?
Son culpables de la negligencia e indiferencia con qué tratan las denuncias de acoso y el maltrato entre sus alumnos. Son culpables de no hacer nada a pesar de que están enterados del nombre y apellido de los alumnos acosadores y abusivos. No todos los vídeos de peleas compartidos en redes sociales implican que ambos participantes son violentos y agresivos.
En muchos casos, uno de los participantes de la pelea es un chico que se cansó del abuso y el acoso y de que sus maestros y directivos se quedarán cruzados de brazos ante sus denuncias. Y entonces decidió defenderse.
Se cansó de ir con la orientadora incompetente que solo les dio una plática boba sobre control de la ira, pero no emprendió acciones contundentes hacia los alumnos violentadores y estos siguieron cometiendo abusos. Y algún día, hasta la persona más temerosa se cansa de ser aplastada y reacciona y se defiende.
Entre padres y maestros, estamos hablando de un vergonzoso fracaso educativo en todos los órdenes a lo largo de 15 años. Ese fracaso incluye los alumnos espectadores que solo se ríen y graban videos pero no detienen la violencia ni defienden a las víctimas del abuso. Ese fracaso nos incluye a todos: familia y escuela.