Hace cinco años la ONU declaró que la violencia contra la mujer era una pandemia global, sobran datos y razones para comprobarlo. A esta pandemia global respondieron el día de ayer millones de mujeres en el mundo tomando calles y plazas con un propósito: visibilizar la situación.
Mientras usted lee esta colaboración hay mujeres sufriendo algún tipo de discriminación o violencia. Por ejemplo, en la India, una mujer será violada cada veinte minutos. 2,600 millones de mujeres en el mundo no gozan de la protección legal en casos de violación conyugal.
De los casi 5 millones de mujeres en esclavitud y explotación sexual, el 98 por ciento son menores de edad. Aquí en México, destaca el pueblo de Tenancingo, Tlaxcala, que porta la nada honrosa distinción de ser la capital de la trata de personas, ante la indolencia de su gobernador y la indiferencia del gobierno federal.
En alrededor 30 países africanos persiste la práctica de la ablación, que no es otra cosa que la mutilación de los genitales femeninos. 133 millones de mujeres han sufrido este acto criminal bajo el amparo de tradiciones y prácticas culturales.
Más de 230 millones de niñas menores de edad han sido forzadas a casarse sin su consentimiento, la mayoría de ellas, menos de quince años, pero la cifra total de matrimonios forzados asciende a 700 millones de mujeres y niñas, incluyendo algunas regiones de México.
De sobra han sido difundidos los datos de la violencia en contra de las mujeres en México, destacando el número de homicidios diarios (10) y la frecuencia de las violaciones. Aún con esos datos escalofriantes hay quienes por ignorancia o deliberadamente, desdeñan su lucha y su agenda.
Ejemplos hay muchos y las redes sociales son una cruda vitrina para atestiguar la opinión de muchos hombres. No obstante, a esta lista de la ignominia se han sumado actores de diversa índole. Recordemos el video del ex cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, cuya lectura de la protesta fue un cúmulo de sandeces propias de un hombre fuera de contexto. Otro personaje que se subió al tren de la estupidez, fue uno de los responsables del gobierno de López Obrador para redactar la innecesaria y cavernaria “cartilla moral”, Enrique Galván Ochoa, quien, mediante un tuit no perdió la oportunidad de calificar de “feminazis” a un grupo de marchantes. El propio presidente López Obrador, ayer domingo, exaltó en un evento el carácter “abnegado” de Margarita Maza de Juárez, concepto ligado a la sumisión y a la derrota cultural de la mujer.
Afortunadamente, el 8 y 9M trascenderán los dichos y los no dichos de unos y otros para convertirse en el punto de inflexión de un país que está harto de la violencia en lo general y en lo particular, ya no tolera más la violencia contra las mujeres.
Lo que suceda a partir del 10M será crucial para configurar una agenda que enfrentará un reto monumental: sepultar la cultura machista patriarcal y provocar un nuevo paradigma cultural y nuevas prácticas estructurales, en un país que está inmerso en una falsa disyuntiva: las recetas morales del pasado o un futuro incluyente y más justo para todos.
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