El inenarrable Partido Verde -que no es partido ni es verde- quiere pasar una ley que prohíba los delfinarios. Bien por ellos. Malo por los otros partidos. Al igual que la iniciativa contra los animales en los circos, estas deberían ser leyes propuestas por todos los partidos reflejando una repulsión generalizada -pero ahora inexistente- contra estas prácticas.
Los delfinarios deben desaparecer, así como todos los establecimientos donde se usen animales salvajes para “diversión”. La crueldad debería de ser desterrada de nuestras vidas. La crueldad entre humanos y la que los humanos ejercemos contra otras especies. En los delfinarios, en los circos, en los zoológicos, en los aviarios. Pero también, seamos honestos, en los gallineros, en los establos, en los corrales, en los rastros y en los mataderos.
Muy mal que comamos crueldad y volteemos la mirada para otro lado mientras engullimos el bistec, tomamos la leche o comemos el huevo eligiendo ser ignorantes. Peor que nos divirtamos y regocijemos en los toros, en la jaula del gorila o en la alberca de la orca.
Todos estos sitios, además de los circos ya prohibidos, es la escuela donde los niños aprenden a despreciar al mundo y a reforzar la idea que somos especiales y superiores.
Recientemente llegó a la televisión el documental Blackfish que trata del trato inusualmente cruel contra delfines y orcas en esos establecimientos de “esparcimiento”. Por ese documental varias sucursales de SeaWorld y similares han estado cerrando en los Estados Unidos. Una vez que el público se da cuenta de lo que hay detrás de esos espectáculos, los abandona horrorizado.
Apoye estas iniciativas, aunque vengan del Partido Verde. Infórmese de lo que pasa en los gallineros, establos y corrales que rodean a nuestras ciudades. Seguro se horrorizará. La crueldad que desplegamos los humanos hacia otros animales habla muy mal de nosotros y, en el caso de la comida, esa crueldad nos está enfermando con mayor frecuencia e intensidad.
twitter/fvaldesp
