1. Hace una semana, Luis Miguel Barbosa Huerta, quien llegó a la gubernatura de Puebla gracias a unas elecciones extraordinarias, declaró en referencia a los comicios en que fue derrotado por Marta Érika Alonso –muerta en un accidente a las pocas semanas de su triunfo, junto a su esposo, el senador Rafael Moreno Valle–: “Yo gané, me la robaron, pero los castigó Dios”.
2. Aunque no mencionó el nombre de los fallecidos, todos interpretamos que se refería a ellos. Las reacciones contrarias fueron inmediatas, en especial de panistas –partido al que pertenecían los difuntos esposos– agraviados por la falta de delicadeza y tacto del hoy gobernante. No nos detengamos en analizar tales dislates propios, así parece, de algunos funcionarios en la actual administración federal.
3. Me llama la atención que Barbosa, en su defensa, argumenta que utilizó “expresiones de cultura popular, que todos hemos tenido”. En efecto. Muchas de nuestras tradiciones, cargadas de fatalismo y providencialismo, han visto a Dios como un ser que castiga. Alimentadas por una religiosidad no suficientemente documentada y actualizada, se sigue participando de esa imagen castigadora.
4. Pero no es así. Dios no disfruta con sancionar o imponer escarmientos por nuestras conductas. Lejos ha quedado aquella pastoral del miedo que nos amenazaba con las llamas del infierno. Hoy se presenta la imagen de un Dios misericordioso, incapaz de condenar y sí presto a perdonar. No castiga, comprende; no recuerda nuestras culpas y echa al mar nuestros pecados. Es un padre, no un juez.
5. Pero parece que Barbosa no conoce estos avances teológicos y, amparado en su respeto a las culturas populares, repite dichos que más ayudan al fatalismo y al temor que a la responsabilidad y la relación madura con Dios. Busca la corroboración divina en un asunto zanjado por los tribunales electorales que le fue adverso, y se olvida que Dios no se mete en asuntos tan domésticos.
6. Ojalá y la 4T evitara la utilización de estas imágenes falsas de Dios. Él estará muy contento si las promesas de honestidad y cero corrupción se cumplen, si se termina favoreciendo a los más pobres con las políticas públicas, si se instaura por fin el estado de derecho. Si lo anterior no se cumple, Dios no castigará a nadie, pero nosotros sí podremos hacerlo con nuestro voto en las próximas elecciones.
7. Cierre ciclónico. Investigación del Instituto Politécnico Nacional revela que, en promedio, un mexicano desperdicia hasta 167.21 kilogramos de comida al año. Una familia de cuatro integrantes tira, en promedio, el 20% de los alimentos que compra cada semana. ¿Una de las entidades que más desperdician? Nuevo León. El problema, creo, comienza en comprar de más. Recordarlo cuando vayamos al súper.
papacomeister@gmail.com