Cultura

Venus-Xólotl: el descenso (2)

  • 30-30
  • Venus-Xólotl: el descenso (2)
  • Fernando Fabio Sánchez

La semana pasada nos quedamos suspendidos en un instante de la eternidad, justo a la orilla del río Chiconahuapan, caudaloso y profundo, rumbo al Mictlán.

El recién fallecido, todavía con la conciencia de su identidad terrena, debía cruzar el río. Pero, por sí mismo, no lo lograría.

¿Quién iba a auxiliarlo en la senda más personal de su existencia? Un xoloitzcuintle.

¿No se encontraba precisamente en Itzcuintlán?

Todo dependía de las acciones que hubiera realizado en su vida.

Si había sido bueno con una de esas criaturas, si le había dado comida, respeto y protección, un perro llegaba para dirigirlo a través de las corrientes imposibles del Chiconahuapan.

Y el difunto nadaba sobre el lomo del perrito. Juntos, increíblemente, llegaban a la otra orilla.

De esta manera, el xoloitzcuintle salvaba al muerto del vagar eterno, como antes, en vida, había sido acogido por él.

Pero, bajo la forma del xoloitzcuintle se encontraba el dios Xólotl, en una de sus múltiples máscaras.

Su forma canina era, en efecto, una ilusión. El perrito no era más que el símbolo de ese a quien, en vida, se le tuvo compasión, o se le negó.

No es gratuito que Xólotl representara el dios de la transformación: fue maíz, maguey y ajolote cuando huyó para preservar su vida durante la creación del Quinto Sol.

Era el dios de los marginados y de los seres con malformaciones, habitando sus formas humanas.

Su nombre confirma esta idea. Xólotl significa ‘gemelo’ o ‘paje’, dos acepciones que presentan una dualidad misteriosa. El ser está multiplicado, pero esa duplicación ha nacido, exactamente, para servir.

Recordemos que el nahual de Quetzalcóatl, identificado en algunas tradiciones como Xólotl, engañó a Mictlantecuhtli en el rescate de los huesos de la humanidad extinta.

El mito nos advierte del riesgo de perder nuestra propia humanidad al cruzar las sombras.

El gemelo es paje, y también es testigo. Es una proyección que cumple los designios, pero que también nos muestra sus efectos, como la imagen dentro de un espejo.

Por eso, decían que Xólotl se revelaba en los caminos bifurcados, porque el camino, como ocurre en la ruta hacia el Mictlán, era uno mismo.

Fray Bernardino de Sahagún cuenta que el recién difunto era cremado junto con un perrito bermejo para asegurar que no se perdiera en su camino.

Pero ¿quién más que el difunto —cuando estuvo vivo— podría asegurar la rectitud de su destino en el Más Allá?

Como podemos ver, la vida y la muerte ocurren en un mismo instante en la cosmovisión de nuestra tradición antigua.

La ruta hacia el Mictlán sería el amor hacia todas las formas de vida: el rescate de un perrito en las calles de la urbe, ante las corrientes de la eternidad.

Venus: ¿Qué otros mitos te quedan por contar?


fernandofsanchez@gmail.com

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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