Cultura

Coyolxauhqui, la luna que apareció en la ciudad

  • 30-30
  • Coyolxauhqui, la luna que apareció en la ciudad
  • Fernando Fabio Sánchez

Esta es la historia de una diosa que fue desenterrada hace menos de cincuenta años. Reanudamos así la serie sobre la Luna.

En una fría madrugada de febrero de 1978, un trabajador de la compañía de Luz y Fuerza excavaba en el Centro Histórico de la Ciudad de México para instalar un transformador eléctrico.

De pronto, su pala topó con una superficie dura. Al escarbar con las manos, descubrió un penacho esculpido en una roca blanquecina.

En vez de continuar con su trabajo, reportó el hallazgo a las autoridades.

No imaginó que su buena decisión resultaría en el descubrimiento de un disco de 3.25 metros de diámetro y un peso de 8 toneladas.

El monolito mostraba la imagen de una mujer decapitada y desmembrada, con los senos al aire, penacho y un cinturón de serpientes.

Parecía esculpida en solo dos dimensiones, como si su cuerpo hubiese sido aplanado sobre una piedra circular.

No se sabía quién era. Es increíble pensar que su identidad se había perdido de nuestra memoria histórica, como ese color rojo de la andesita que le daba ser y que, al paso del tiempo, se había tornado gris.

Por fortuna, la diosa se encontraba oculta en los libros.

Como la carta robada de Edgar Allan Poe, había estado a la vista de todos por siglos, pero nadie —hasta ese momento— la había podido señalar directamente con el dedo.

La mujer llevaba grandes orejeras circulares en forma de cascabeles.

Además, portaba collares, brazaletes y sandalias también adornadas con cascabeles.

Esa fue una de las primeras pistas. Coyolli, en náhuatl, significa ‘cascabel’.

Su pecho desnudo con los senos caídos refería a una madurez biológica, por lo que se pensó que no era una figura erótica, sino telúrica y nutricia.

Su cinturón de serpientes trenzadas, con un cráneo humano —emblema de la muerte y el sacrificio—, la vinculaba con Coatlicue y con las diosas de la tierra, Tlaltecuhtli y Cihuacóatl.

Por eso tenía garras en las manos y en los pies. Su linaje desgarraba y devoraba.

En general, sus brazos y piernas estaban separados del cuerpo.

En los puntos de corte brotaban formas florales o volutas, simbolizando sangre vital y no putrefacción.

Su diseño no expresaba el sacrificio como muerte eterna, sino como regeneración.

No podía ser otra más que la diosa Coyolxauhqui, “la adornada con cascabeles”, la diosa lunar.

Hemos narrado su historia en esta columna en la serie sobre el eclipse de abril de 2024, siguiendo el relato de Fray Bernardino de Sahagún en el “Códice Florentino”.

La Coyolxauhqui, al enterarse de que su madre la Coatlicue ha quedado embarazada mientras hacía penitencia, busca restituir el honor y llama a la guerra a sus hermanos los centzonhuitznáhuah o “cuatrocientos surianos”. 

Es decir, las estrellas.

Juntos buscan dar muerte tanto a su madre como al ser que ahora carga en su vientre, Huitzilopochtli.

Pero el hermano menor —deidad del Sol y de la guerra— nace en el momento justo para aniquilar a Coyolxauhqui con el resplandor de su luz, la serpiente de fuego, el Xiuhcóatl.

Luego de ser decapitada, Coyolxauhqui rueda por el cerro de Coatépetl. Cuando llega al pie, está hecha pedazos.

Este mito representa la violencia cósmica que da origen al orden actual de los astros. Es otra versión del génesis, como el parto de Theia: un resplandor circular que nace del desgarramiento.

El cuerpo desmembrado de Coyolxauhqui no solo personifica la derrota, sino la renovación del mundo a través del sacrificio.

Así como los astros se enfrentaron entre sí, los hombres y mujeres debían morir para mantener el orden.

Pero el mito es mucho más que un relato que cuenta una historia.

El mito se volvió arquitectura en el Templo Mayor, y la arquitectura se transformó en escenario del rito, tal como veremos la semana que viene.

Mientras tanto, la luna, decapitada y eterna, sigue ascendiendo sobre la ciudad y el país que la rescató de su entierro.


fernandofsanchez@gmail.com

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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