Esta semana se cumplieron doce años desde que el portero de la selección alemana, Robert Enke, terminó con su propia vida. Es importante no hacer de su muerte un tabú. Hoy en día, la salud mental de los deportistas profesionales es desafiada constantemente. Si la presión de un ambiente competitivo en extremo no fuera suficiente, tenemos que agregar la influencia negativa que pueden tener las redes sociales, las alteraciones cognitivas propiciadas por deportes de contacto y hasta los entornos de discriminación.
El machismo y la homofobia abundan. La representación de diversidad sexual en el deporte profesional, principalmente en el masculino, es mínima. De ahí que los ejemplos que han dado en los últimos meses Carl Nassib (NFL), Luke Prokop (NHL) y Josh Cavallo (A-League), al dar a conocer públicamente su preferencia sexual, sean tan importantes, pero también escasos.
De acuerdo con el Williams Institute de UCLA (2020), un joven de la comunidad LGBT+ tiene tres veces más probabilidades de intentar suicidarse que un no LGBT+. Sin embargo, el propio Carl Nassib (2021) explica que la posibilidad de intento de suicidio disminuye en un 40% con el simple apoyo de un adulto. Un apoyo que existe poco dentro de un ambiente de deportes en equipo, a consecuencia de la falta de representación de diversidad sexual en los mismos.
Es por ello que ejemplos de jugadores abiertamente homosexuales son tan importantes para dar visibilidad a favor de la comunidad LGBT+. Mientras que Nassib aporta a un entorno menos tóxico con la salud mental, el Tuca Ferretti y sus “chistecitos” en conferencia de prensa afectan de manera más profunda de lo que el entrenador logra entender.
Hay deportes que, por su propia naturaleza, afectan el cerebro a nivel estructural, deteriorando diferentes funciones mentales.
La tan estudiada encefalopatía traumática crónica (CTE por sus siglas en inglés) en la NFL no ha terminado de solucionarse. Cada temporada escuchamos de tal jugador con acusaciones de violencia doméstica, o aquel que tiene problemas de adicciones. El caso reciente más impactante: el de Aarón Hernández. Después de ser condenado a cadena perpetua por asesinato y de suicidarse en su celda, los trabajos de autopsia confirmaron la gran afectación cerebral que sufrió debido a los repetidos traumatismos.
¿Qué me dicen del boxeo? Ese espectáculo tan popular en México. ¿Un deporte que puede acabar con la vida de una joven mexicana de 18 años compitiendo en Canadá no tiene consecuencias en el cerebro de los que lo practican? Lo veo difícil. ¿No sería momento de establecer protocolos y medidas de seguridad más drásticas en los deportes de contacto?
Cuando hay dificultad en temas de salud mental, el primer paso, el más difícil y el más valiente, siempre será buscar ayuda. Como deportista profesional y figura pública, puede ser un paso aún más complicado, por la respuesta pública. En nuestra era digital, las redes sociales no ayudan en absoluto.
Cuando la estrella de tenis Naomi Osaka decidió alejarse de las canchas en pro de su salud mental, las críticas no se hicieron esperar. Twitter se llenó de mensajes cuestionando su capacidad como tenista profesional y ofendiendo a su persona. Lo mismo para el receptor de los Atlanta Falcons, Calvin Ridley, quien anunció su decisión de tomar un descanso del juego debido a dificultades en su bienestar psicológico. “Inútil” y “débil” se pueden leer en los comentarios de su publicación en Instagram.
La mayoría de la gente no tiene la más remota idea de lo que pasa en la vida de estos deportistas. Aún así no dudan por un segundo en insultarlos por redes sociales.
El mencionar el tema de las redes sociales como un factor que ha aportado a la presión de los deportistas, no exime de responsabilidades a medios digitales o tradicionales, y a las mismas organizaciones deportivas, quienes también actuaron de manera pobre en el caso de Osaka y de muchos otros.
Sin ser ningún protagonista, reconozco que mi experiencia personal con la salud mental ha estado marcada de manera constante por miedo y ansiedad. Como la gran mayoría ha experimentado, hay días buenos y días malos. Hay momentos en los que la oscuridad, que nubla pensamientos y emociones, parece no tener final. También hay momentos en el que nos damos cuenta que aquel instante incierto quedó atrás.
Por todos aquellos que no pudieron llegar a ese momento, debería existir un sentido de urgencia por ser más empáticos. Por el simple hecho de ser humanos: cuestionarnos el contexto que envuelve el mundo deportivo, no pensar que un mensaje a través de una pantalla es inofensivo, no aceptar que “una broma” o comentario promueva una cultura de rechazo hacia cualquier persona.
Eugenio Tamés
Twitter: @eugenio_ta