Mi primera vez en Davos fue una mezcla de emoción y confusión. Llegué sin estar preparado para lo que implica este foro tan único: olvidé ropa adecuada, no organicé mi agenda y cometí errores que me dejaron lecciones para siempre. Hoy, después de varios años regresando al Foro Económico Mundial, sé que estar aquí no es solo cuestión de asistir, sino de planificar cada detalle para aprovechar al máximo la experiencia.
Davos no es un evento cualquiera. Esta pequeña ciudad alpina, con temperaturas que caen hasta los -13 grados, se convierte cada enero en un mar de ideas y debates globales. Aquí se encuentran líderes políticos, empresarios, académicos, innovadores tecnológicos y jóvenes promesas de todo el mundo, cada uno con un propósito claro: colaborar en la solución de los desafíos más urgentes del planeta.
Existen varios tipos de participantes en Davos. Están los Young Global Leaders, jóvenes que destacan por su potencial en áreas clave; los Innovators, visionarios que lideran empresas disruptivas en campos como inteligencia artificial, criptomonedas o fintech; y los expertos, como en mi caso, enfocándome en fortalecer lazos entre México y Estados Unidos. La diversidad de perfiles es una de las mayores fortalezas de este foro, ya que combina experiencia, creatividad y energía en un solo espacio.
Prepararse para Davos requiere atención en dos frentes: la logística y el contenido. En cuanto a lo primero, la ropa es fundamental. La nieve y el frío extremo exigen capas: camisa, suéter, chaleco, abrigo grueso, gorro, guantes impermeables y botas antideslizantes para evitar resbalones. Dentro del Congress Center, un buen par de zapatos cómodos es imprescindible, así como aprovechar el guardarropa para dejar las prendas pesadas antes de las reuniones y sesiones.
En cuanto al contenido, Davos es abrumador en la mejor forma posible. Hay decenas de sesiones diarias con oradores de clase mundial, desde líderes empresariales como David Rubenstein y Ray Dalio hasta jefes de Estado como el presidente de Argentina o el primer ministro de Canadá. La clave es planificar con antelación. Desde noviembre, cuando se abre el acceso al sistema live, reviso la agenda, programo mis sesiones y envío solicitudes de reunión a quienes quiero conocer o con quienes busco colaborar.
Pero Davos no se trata solo de las sesiones oficiales. Los pasillos del Congreso son el escenario perfecto para el networking espontáneo, una oportunidad invaluable para conectar con personas que comparten intereses o buscan nuevas perspectivas. Siempre llevo aplicaciones en mi celular e iPad para tomar notas durante las sesiones y hacer seguimiento después. Esas notas suelen transformarse en reflexiones para podcasts, entrevistas o incluso nuevos proyectos.
Cada visita a Davos me recuerda que este foro es mucho más que un evento. Es una plataforma para dialogar, construir soluciones y aprender de personas con experiencias muy diferentes a las mías. Lo que parecía intimidante al principio ahora se ha convertido en una oportunidad para crecer, escuchar y, sobre todo, contribuir.
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LinkedIn Enrique Perret Erhard