¿Qué quieres que te diga? Caló, me caló, muy fuerte me caló. Dirás que tengo corazón de pollo, como dicen mis hijos: al mayor le gusta la música variada, el rock sobre todo; al menor, el rap. Yo prefiero a José José. Dicen mis chamacos que tengo alma de Godínez: cómo negarlo, si de un Godínez nacieron. Los viernes llego a casa, aviento la corbata, el saco y me preparo un trago y le meto al tocadiscos el CD de José José que editó Selecciones del Reader’s Digest con lo mejor de El Príncipe: “José José: 35 años de amor”. Ahora me da gusto que, por fin, José José descansa en paz, sin crudas, ni abandonos, ni pleitos familiares.
Es afortunado: como tiene dos nombres, un José descansa en tierra estadunidense y el otro José se encuentra entre nosotros: los mexicanos. Bajó en un féretro dorado. Parte de la celebración permite que a sus costillas se cuenten chistes: que José José llega a las puertas del cielo y pregunta:
—Disculpe, ¿aquí es donde convierten el agua en vino?
—Sí, José —le responden—: pero como elegiste un Cielo Eterno con doble nacionalidad: en el mecsican está el agua. Y en el gringo, el vino.
Me dio gusto ver que la que fue su esposa dijo: “Gracias, México, aquí tienes a tu Príncipe”; eso dijo Anel Noreña, su ex, frente a las cámaras de televisión. Y a uno le queda la duda: ¿qué parte del Príncipe está entre nosotros? Qué importa: está, y eso vale.
Sé que José José tuvo tres hijos. En el año 74 del siglo XX se casó con Anel, la modelo y actriz Ana Elena Noreña, retellena de relleno ella, que le dio a José Joel, el hombrecito nacido en 1975: José Francisco Carmelo Augusto. En el 82 vino la hembrita, Marysol Estrella Ortiz Noreña, la que apenitas dijo:
—Hemos traído de regreso el corazón del Príncipe de la Canción.
¡Detallazo de la chamaca, ya no tan chamaca! Aunque con eso de que lo cremaron, me queda la duda: ¿y si en el avión de la Secretaría de la Defensa Nacional llegó solo el maltrecho hígado en compañía de otros órganos? Son riesgos que debieron tomarse en cuenta para no defraudar a todo México, que según las cámaras de tele, está de duelo y por las calles, contrito, apesadumbrado, porque ataste mi piel a tu piel, tu boca a mi boca; clavaste tu mente en la mía, como una espada en la roca, y ahora me dejas como si fuera yo cualquier cosa.
Soy de los que celebran que PpPp esté entre nosotros. ¿Por qué fueron 70 personas y viajaron con él en el avión de la Fuerza Aérea Mexicana que puso a disposición el Jefe Máximo de las Fuerzas Armadas de nuestro paisito? Colijo yo que porque el deceso de El Príncipe, paradojas de la vida, se volvió cuestión de Estado para el gobierno. Digo paradoja, porque a un miembro de la mo-nar-quía musical ¡se le rinde un gobierno demosgracias neoliberal! Eso cala. Soy Empleado de Gobierno, no Godínez de la vieja guardia: vamos respetándonos, que no semos iguales. Muchachón.
La piel se me puso chinita cuando del hangar de la Sedena partió la carroza con el féretro dorado, ¡do-ra-do, como de oro fue su voz!, rumbo al Palacio de Bellas Artes, donde la Secre de Cultura y la Jefa de Gobierno de la city montaron guardia en honor a quien, a veces regresa, borracho de angustia; más luego despierta, tú no estás conmigo: solo está mi almohada y sufro en silencio, como tanta gente…
De Bellas Artes partió a la Basílica de Guadalupe, mi hermano, posponiendo el abordaje a la nave del olvido: espera un poco, un poquito más, para llevarte mi felicidad. Un recuerdo acude y me da risa: cuando Manuel El Loco Valdés parodiaba la balada y la volvía “La Canción de la Palmera Embarazada”: espera un coco, un coquito más… Amigo, hay que ver cómo es el amor, que vuelve a quien lo toma, gavilán o paloma: el querer es la carne y la flor, es buscar el oscuro rincón, es morder, arañar y besar mientras el sacerdote, bato del ropón, ora, reza, pide por el descanso eterno de PpPp en la Basílica. No a cualquiera se le rinde homenaje en la casa de la Morenita del Tepeyac, amigo.
Otro detallazo de la familia, amigo, fue llevarlo a su vecindario, al Parque de La China, ¿no lo conoces? Está en Azcapolanco, donde la chinita suspiró y tú a que sí y ella a que no, y al cabo fueron los dos juntitos de una opinión. Llegó, arribó El Príncipe en su advocación Mitad de Cenizas, para satisfacción de nosotros sus seguidores y para que quienes fueron sus vecinos se despidieran antes de irse al panteón.
Imagínate que un príncipe te trae bellas flores de color, te acaricia entre tus brazos y tú le das amor. Para mí José José, Pepe Pepe, Chepe Chepe, nos dio canciones para dedicarlas con estilo a nuestra damitas, elegantes, ya no chamagosas rolas de putas y borrachos. Quién hubiera tenido un billete para ir a El Patio, que un locutor de fina voz anunciaba en Atenas 9, en la exclusiva colonia Juárez. Ahí cantaba pura estrella, como PpPp: Raphael, Charles Aznavour, ¡la ruiseñor Edith Piaf!, El Samurái de la Canción y Tenor de las Américas: don Pedro Vargas; y Sammy Davis Junior, Los Platters, Emmanuel. Solo estrellas, y nomás vestido de eti-que-ta entrabas. No cualquier pelao podía ver a José José, El Príncipe: que ya fue, se nos fue rumbo al Panteón Francés, el de la calzada Legaria. No ha muerto, te digo, porque vive en nuestros corazones, en la letra de sus canciones, en nuestro recuerdo.
Para mis bisnietos compré algunos diarios el jueves: quiero que sepan quién fue este hombre. Es viernes, te invito un trago: deja, los preparo y meto otro al tocaCDs. Escucha qué dicen los encabezados: MILENIO: Despedida mexicana: Espérame en el cielo, corazón. Otro dice: Ya lo pasado, pasado. Mira éstos: Despiden como rey a El Príncipe; Multitudinario adiós a José José. Anel: Gracias por tanto amor. La última gira de El Príncipe. Amor como el nuestro no hay dos en la vida. Homenaje en Bellas Artes, misa, llanto popular y venta de discos tras llegar a México cenizas... Despedida de Príncipe. Compréndelo… no puedo dejarte ir.
Éste se manchó, tenía qué ser gachupas: “México recibe los restos del cantante con un homenaje tras 11 días de lucha familiar”. Ya no venía al caso eso. Digo. Todo muerto es bueno, mi hermano.
A la salú del Príncipe.
* Escritor. Cronista de Neza