El presidente López Obrador se lanza en contra de la ministra presidenta Norma Lucía Piña porque ella representa el control a sus acciones.
Hasta que Andrés Manuel comenzó a agredirla públicamente, desde el puesto más importante del país, nadie la había atacado de esa manera (la quema de una figura en plena manifestación convocada por AMLO, los insultos afuera de la SCJN de una seguidora 4T disfrazada con arma de plástico, el tuit con el rostro de la ministra y una bala, etcétera). No se trata de una crítica constructiva o de “diálogo circular” o de libertad de expresión o de búsqueda de la verdad. Es una estrategia propagandística del mandatario empoderado para destrozar la reputación de quien puede frenar sus intereses. Es la forma de operar, que no gobernar, para tocar fibras sensibles del dolor social y avivar el resentimiento. No resuelve las injusticias, las atiza.
Norma Lucía Piña es la primera mujer en presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Consejo de la Judicatura Federal. Es un logro, sobre todo, porque en México las distintas formas de violencia en contra de las mujeres y niñas son alarmantes, constantes y crecientes.
La doctora Piña Hernández fue electa por sus pares para encabezar al Poder Judicial federal; no gracias al señor de Palacio, como él mismo lo sugirió.
Los tres poderes de la Unión son autónomos (o deberían serlo). Sin embargo, en la distorsión presidencialista, la cabeza del Ejecutivo concentra la mayor fuerza, que presiona, amenaza, incorpora, dicta.
En este sexenio el fenómeno se agudizó. Como en los viejos tiempos del PRI-gobierno, ahora Morena-gobierno se fusiona en eso que lo absorbe todo: clientelas, empresarios, prensa, políticos de todas las ideologías, crimen organizado, militares, civiles, gobernantes, jueces, legisladores…
Y, a pesar de eso, no tiene mayoría calificada en el Congreso. No puede hacer cambios a la Constitución. Por ello, se limita a reformas legales, a “planes b” que terminarán por resolverse en la Corte.
Sí, esa Suprema Corte donde al frente ya no está Zaldívar. Esa donde llegó Norma Piña.
Aquí entre nos
Qué bien que López Obrador reprobó la manifestación de odio, del fin de semana, en contra de la ministra presidenta. Qué mal que no asumió su responsabilidad, que minimizó el hecho diciendo que son “expresiones minoritarias” y que desvió la atención repitiendo lo que “a él le hicieron”.