Cultura

El imaginario urbano de Banksy

Hace unos días durante un viaje por Glasgow nos topamos por azar con que había una exposición de Banksy en la Galería de Arte Moderno. Frente al edificio de la misma hay una estatua del Duque de Wellington con un cono de tránsito en la cabeza que, resulta, lleva siendo colocado ahí anónimamente durante 40 años, cuestión que ha hecho que Banksy la pronuncie su “obra de arte favorita del Reino Unido”, y motivo principal por el que decidió hacer la exposición ahí, pues el carácter de intervención urbana de la pieza va muy en sintonía con su obra.

Yo esperaba ver principalmente carteles reproduciendo algunas de sus intervenciones más famosas, pero me atrevo a decir que Cut & Run es una de las expos que más me han impactado jamás, principalmente porque deja claro lo que el arte puede implicar para la vida, más allá del esnobismo y frivolidad que parecerían ser en la actualidad de los rasgos principales del mundo del arte. Cuestión que se aborda con humor casi de inicio cuando se explica que jamás se habían exhibido los esténciles con que Banksy plasma su obra en las ciudades, pues podían constituir evidencia criminal en un hipotético juicio en su contra: “He guardado estos esténciles durante años, consciente de que podrían ser utilizados como evidencia de un cargo de daño criminal. Pero ese momento parece haber pasado, así que los exhibo en una galería como obras de arte. No estoy seguro de cuál sea un crimen mayor”.

Y quizá una segunda declaración de principios es que a la entrada se depositan los teléfonos de los asistentes en un estuche que se cierra con un dispositivo que solo se desactiva a la salida. La secrecía no parecería tanto ser el motivo, pues en la cuenta de Instagram de Banksy hay un video que funciona como visita guiada a la expo, sino quizá más bien poner el énfasis de los asistentes en la experiencia de la contemplación, y no en el registro de la misma para compartir en redes sociales.

Y es que en cierto sentido más que una exposición es un comentario de lo que puede hacer el arte, principalmente el arte callejero en este caso, cuyas diversas intervenciones emblemáticas como la de la niña elevándose con el globo, el manifestante aventando un ramo de flores o los policías besándose, se han convertido en imágenes icónicas de la época. Pues aunque sea la mera idea de obras que no sólo no están únicamente al alcance de coleccionistas millonarios, sino que intervienen el espacio urbano y, principalmente, el imaginario colectivo, reivindica al menos al interior de la propia mente las posibilidades de sacudirnos que puede tener una obra de arte. Quizá por eso, piezas aparentemente simples como un casco de policía decorado como bola disco, o un muñeco de un agente antimotines montando un caballito de juguete resultan tan potentes, pues no sólo recuerdan el papel de la ley en contra del arte callejero (hay una sección de comentarios en redes sociales donde diversos usuarios piden la muerte o la tortura de los grafiteros), sino que evocan imágenes y asociaciones difusas sobre cómo buena parte de la organización social pareciera destinada a matar el espíritu y posibilidades lúdicas de la existencia.

Cuestiones también representadas por obras donde la “o” de “No Future” se convierte en un globo que sujeta otra niña, o la intervención en el muro de un edificio que reza: “¡Lo sentimos! El estilo de vida que ordenó se encuentra actualmente agotado”.


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Eduardo Rabasa
  • Eduardo Rabasa
  • osmodiarlampio@gmail.com
  • Escritor, traductor y editor, es el director fundador de la editorial Sexto Piso, autor de la novela La suma de los ceros. Publica todos los martes su columna Intersticios.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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