Canta Bob Dylan en “Absolutely Sweet Marie”: “But to live outside the law, you must be honest” (“Pero para vivir por fuera de la ley, hay que ser honestos”). Si lo transportamos al tema de la actual industria musical, la ley parecería ser el imperio del algoritmo, de la búsqueda incesante del hit, la viralización, los likes, etcétera, que por momentos produce una sensación de tal homogeneidad, que ni hace falta temer la llegada de la música creada por la inteligencia artificial. Por eso un proyecto con la feroz honestidad de Belafonte Sensacional, que acaba de lanzar ante una gran recepción su más reciente álbum de estudio, Llamas Llamas Llamas, encarna la mejor tradición de lo contracultural, pues estamos sin duda frente a un proyecto musical donde —por redundante que parezca enunciarlo— es precisamente la música, la devoción por la música y la vocación de experimentar hasta dónde se puede llegar con esa devoción por la música, el elemento central de un proyecto artístico que precisamente por todo lo anterior, trasciende de lejos el ámbito meramente musical. Que, de nuevo, en una época donde las exigencias del mainstream parecerían tratarse de todo salvo de honestidad y calidad, transmite un aire de festiva transgresión a lo largo de todo el disco que, por cierto, es de esos discos destinados a escucharse de corrido, pues si bien cada rola es una unidad particular con muchas singularidades, conforma claramente un paisaje sonoro de resonancias con el resto, y a cada nueva escucha se advierten nuevas correspondencias entre unas y otras piezas.
Y justamente la primera canción, “Llamas Rexio”, que el líder de la banda Israel Ramírez ha contado se elaboró con un método experimental de encargar fragmentos de improvisaciones a cada músico, que después fueron ensambladas como collage (ecos de Bowie y Burroughs), funciona como declaración de principios para el resto de la obra, que lo mismo transita por la salsa, el danzón y el rock-folk urbano, pues, como me contó Israel a pregunta expresa sobre el carácter experimental de Llamas Llamas Llamas: “Sí, hay un aspecto muy experimental aplicado a canciones simples, y eso tiene que ver con el proceso de producción que decidimos hacer con este disco (…) nos juntamos para mezclar y remezclar e intervenir las canciones desde una visión collage: cortar y pegar sonidos, estirar, experimentar con el pitch, la velocidad, dotar a las canciones de distintas capas y niveles de sonidos”.
Y se trata al mismo tiempo de una obra sumamente personal pues, en palabras de Israel: “Es el disco más íntimo, abiertamente íntimo: abro mis heridas y las enseño y las comparto”. Y esta intimidad sonora y emocional abarca desde el perro de pelea de Amores perros, que inspira la melancólica y distorsionada “Negro Soledad”, hasta la que en mi opinión es la rola más hermosa y conmovedora del disco, “Jovita Verano”, donde Israel le canta —casi acompañado sólo por su guitarra— a su madre: “No quiero que te vayas/No quiero que te vayas por favor/Quédate un poquito más/Quédate un poquito más”. Y en el proceso transforma el dolor y el duelo personal en un pequeño himno también jovial y sobre todo sumamente amoroso, donde queda claro que la sublimación de la pérdida en la música de Belafonte es ante todo una celebración, un Destroy, encapsulado magistralmente en la estrofa de una canción de Soy Piedra, su anterior disco: “No llores, cumbias, cumbias, báilalas”. Pues, pareciera decirnos Belafonte, mejor bailar las heridas que llorarlas. O también se puede sublimarlas con una obra única y rompedora como Llamas Llamas Llamas.