Estados

La Manufactura de un casus Belli

En la esfera global donde la Realpolitik prevalece, la guerra es frecuentemente percibida no solo como una tragedia inevitable sino como una herramienta estratégica para ciertos gobiernos. 

La función de la guerra en la reactivación económica y en la consolidación del poder interno de un estado es una dualidad que, aunque moralmente inquietante, se practica con calculada indiferencia por parte de quienes se benefician de ella.

La guerra, a través de su capacidad de movilizar y centralizar la economía, ofrece una oportunidad para el crecimiento económico dirigido y controlado por el estado. 

Gobiernos invierten en la industria de defensa, creando empleos y estimulando la innovación tecnológica, mientras la atención pública se desvía de problemas internos hacia enemigos externos fabricados. 

Esta es una táctica que no solo reactiva sectores económicos específicos, sino que también fortalece el control gubernamental sobre la sociedad mediante el incremento del nacionalismo y la reducción de la disidencia interna.

La creación de casus belli, o pretextos para la guerra, se ha convertido en una forma de arte político. 

La manipulación de información, la exageración de amenazas y, en algunos casos, la fabricación completa de incidentes son estrategias utilizadas para justificar intervenciones militares. 

Estas acciones, lejos de ser espontáneas, son frecuentemente premeditadas y tienen como objetivo asegurar ventajas económicas o geopolíticas.

Esta manufactura de casus belli no solo beneficia económicamente a los gobiernos en cuestión sino que también permite una reorganización del poder global. 

En este contexto, la guerra actúa como un reinicio, donde las reglas del juego económico y político pueden ser rediseñadas a favor de los más poderosos y astutos.

Es crucial reconocer que este enfoque de la guerra como herramienta económica y política se sustenta en un ciclo vicioso de dependencia mutua entre el estado y las corporaciones militares, que a menudo presionan hacia la continuación de políticas bélicas para sustentar sus propios intereses económicos.

La crítica de este modelo requiere una perspectiva realista que no sólo cuestione la moralidad de tales tácticas, sino que también desafíe la sostenibilidad a largo plazo de un sistema que se alimenta de conflictos fabricados. 

La paz y la estabilidad global no pueden coexistir con un modelo que promueve la guerra como mecanismo de progreso. 

La tarea de la comunidad internacional es, por lo tanto, desarraigar estos paradigmas belicistas y avanzar hacia un marco que promueva la cooperación y el desarrollo sostenible, libre de la sombra de conflictos manufacturados.

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Eduardo Emmanuel Ramosclamont Cázares
  • Eduardo Emmanuel Ramosclamont Cázares
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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