Política

¿Patriotas o apátridas?

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Nuestras fiestas patrias son maravillosas: en sus preparativos se adornan casas y edificios con lucecitas de colores y símbolos mexicanos, se colocan banderitas en los automóviles, se preparan comidas típicas y se canta música vernácula. Al llegar el día se congregan multitudes en las plazas públicas para cantar a todo pulmón algunas estrofas del Himno Nacional; se disparan miles de cuetes y la pirotecnia embellece fugazmente el cielo de la noche. Las autoridades lanzan !vivas¡ (y ahora, Tartufo, hasta ¡mueras!) rindiendo pleitesías al ser nacional y “a los héroes que nos dieron patria”, según la maniquea historia oficial. Destacan los vestidos folclóricos y los sombreros de ala ancha y picudos. Los alipuses hacen desgañitarse a muchos asistentes y los gendarmes someten a los embrutecidos, o cometen excesos contra ellos. El clímax del placer estalla con las fuertes sacudidas al badajo de la campana.

El lleno y relleno de las plazas se deben, en gran medida, a los artistas y músicos contratados, no a la gracia y simpatía de los gobernantes. El fandango y el zangoloteo son partes importantes del ritual. Los desfiles son especialmente imponentes: erguidas paradas militares, charros engalanados, muchos otros contingentes, soberbios bridones, paseo de cañones, aviones de guerra rasgando el cielo con efímeras nubes tricolores, ante las embelesadas multitudes.

Al final de esas fiestas sólo quedan plazas vacías, olor a pólvora y mucha basura. Por eso, debemos crear consciencia, principalmente en los niños y jóvenes, del significado del verdadero patriotismo, pues éste no se agota en una emoción pasajera, sino en el cumplimiento real de nuestros deberes cívicos y políticos. Son de poca monta los ritos, los mitos y los mitotes.

Patriota es quien ama a su patria y procura su bien.

La Constitución deposita todo el poder político en los ciudadanos los días de elecciones; por eso, el próximo 2 de junio podemos y debemos cambiar el rumbo de México, para lograr la unidad nacional, el respeto a la ley y a las instituciones, la convivencia sana y el progreso nacional.

Ante las tragedias de la nación (como el desastre educativo, el aumento de la pobreza extrema, la violencia creciente y otras más) la apatía y el abstencionismo son expresiones cobardes de la corrupción, y entrañan traición a México.

En la realidad, millones de abstencionistas son quienes más apuntalan a los gobiernos ineptos, abusivos y ladrones, como éste; el cual, arbitrariamente, impidió participar en las fiestas patrias a dos de los tres integrantes del Supremo Poder de la Nación: el Legislativo y el Judicial.

En nuestro México, criminalmente flagelado, quienes por indolencia o cobardía se abstengan de votar en consciencia el próximo 2 de junio, no merecerán ser considerados patriotas, sino apátridas.

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Diego Fernández de Cevallos
  • Diego Fernández de Cevallos
  • Abogado y político mexicano, miembro del Partido Acción Nacional, se ha desempeñado como diputado federal, senador de la República y candidato a la Presidencia de México en 1994. / Escribe todos los lunes su columna Sin rodeos
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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