Imposible sumarme a quienes conceden el beneficio de la duda al nuevo Poder Judicial cuando el proceso legislativo que lo originó estuvo plagado de maquinaciones y chapuzas para simular un ejercicio democrático y someter a los futuros juzgadores a los designios del pejelagarto (como ya está la mayoría del Congreso de la Unión). De las tómbolas y acordeones surgieron como jueces, magistrados y ministros los escogidos previamente por la mafia gobernante. Sólo ellos eran simuladamente elegibles.
PRIMOR (alias Morena o 4T) hizo propaganda, condujo y decidió la “elección” en todo el país, violando disposiciones constitucionales expresas y contando con el sometimiento de la mayoría de las autoridades electorales.
Por ser enorme la lista de los atracos denunciados por analistas, observadores y ciudadanos en general sólo comentaré algo de lo difundido sobre la coronación de los ungidos:
Desde luego, para el gobierno fue una proeza sin precedentes que ilumina al mundo. Ningún país de la Tierra ha sido capaz de alcanzar la perfección lograda por el “maravilloso pueblo de México”, aunque 90 por ciento de los ciudadanos despreció la puerca “elección”. En las ceremonias iniciales se privilegiaron los ritos y rezos al dios Quetzalcóatl, con olores y humaredas de copal, y se decretó, una vez más, que el origen y grandeza de México sólo se nutren de “los pueblos originarios” y, por ello, la trascendencia de que la sangre indígena corra en la cúspide del máximo tribunal.
El ministro originario anunció que la nueva justicia tendrá la cosmovisión de esas culturas milenarias, con sus derechos, usos y costumbres; pero que “se combatirá todo racismo, clasismo y discriminación”. ¡Órale! ¿Qué pensarán 120 millones de mestizos? Burrada mas contradictoria, imposible.
Lo bueno es que su toga resultó negra y de casimir, no de manta o yute, y sus adornos de florecitas multicolores lo hacen verse muy mono.
Si Tartufo enriqueció la lengua española con “fuistes, venistes y trajistes”, el ministro Aguilar lo hizo con “juimos y no juimos”; sustituyó el Virreinato de 300 años por una Colonia que jamás existió; inició con lenguas o dialectos de hace siglos y terminó con fluido español. Habló tiernamente a sus “hermanos y hermanas”, como después de matar soldados lo hacía su compañero de luchas: Rafael Guillén, alias Marcos.
Los nuevos ministros (ahora se dice “y ministras”) y otros jueces (“y juezas”) violaron la ley, fueron multados por el INE y asumieron sus cargos. Dice el refrán que “empieza mal la semana al que ahorcaron en lunes”.
Por todo ello, no me sumo a quienes les conceden el beneficio de la duda, y sería milagroso si emularan el honroso ejemplo de aquellos ministros salientes que obraron conforme a la ley y a su conciencia, a despecho de Tartufo y sus esbirros.