Además de su exuberante belleza, con serenidad y valentía demostró dignidad al no dejarse humillar por un pelafustán asiático. Su autoestima es ejemplo para que las mujeres mexicanas no se dejen llamar “corcholatas” y que no se corrompan para escalar puestos públicos, ufanándose después con la babosa mentira de que “llegamos todas”.
A la coronada no se le atribuye algo indebido en el concurso, pero es agredida a la mala con gracejadas y amenazas a través de las redes sociales.
El reciente y sucio concurso mundial de bellezas femeninas tuvo consecuencias que seguirán siendo difundidas urbi et orbi. A la deshonra impuesta injustamente a la ganadora se añade el agravio hecho a otras concursantes con méritos suficientes para haber triunfado. Ya se habla de demandas y acusaciones penales para no dejar impune el atraco.
Lo más repugnante del referido suceso es que México resulta otra vez desprestigiado por un escandaloso acto de corrupción. Nuevamente el mundo nos ve como un país sumido en una feria interminable de indecencias.
Efectivamente, en esa competencia internacional están acreditados hechos que concatenados comprometen a México:
1) El padre de la triunfadora es un mexicano, alto funcionario de Pemex.
2) Esa institución (que es un barril sin fondo ni petróleo y que no paga ni sus deudas) entregó a través de un contrato 745 millones de pesos a otro mexicano, dueño del negocio Miss Universo.
3) Este sujeto, perseguido por huachicoleo, tráfico de armas y narcóticos, se enteró de una orden de aprehensión librada en su contra, y con sólo ofrecer a la FGR su “colaboración como testigo” no fue capturado y voló a Tailandia para presenciar mondo y lirondo el final del elegante certamen.
4) Un juez de ese concurso renunció y denunció antes del fallo que el veredicto estaba tramposamente predeterminado en favor de la mexicana.
Ese atascadero demostró que en México los dineros públicos también se derrochan para corromper en cualquier parte del mundo y que la hermosura de una mujer no tapa la gangrena que corroe al oficialismo al que todos los días le brota la pus.
Pero no basta el estrepitoso derrumbe del narcogobierno ni que la 4T lleve la corona de Miss Universo de la Estafa y la Corrupción; debemos construir el México que anhelamos.
Los partidos de oposición deben atraer a muchos liderazgos honestos del país para rescatar en el 2027 la Cámara de Diputados y muchas gubernaturas y alcaldías. No permitamos que el pérfido tartufo, la arpía y sus reptiles sigan destruyendo a México. Los partidos políticos no deben ser agencias de colocaciones sino institutos donde los jóvenes y ciudadanos en general aprendan sobre las cuestiones públicas para ejercer responsablemente su poder.
Con pasión y alegría lograremos que la grandeza de México sea una realidad para todos.