La nueva sección de las mañaneras, ¿Quién es quién? en las noticias falsas, tiene crispado a más de uno, especialmente a los que ya hicieron su debut allí o esperan ser los próximos protagonistas. Acusan al presidente de atacar y estigmatizar a la prensa, pero cambian sus valores para criticar a su oponente. Imaginemos si el presidente insinuara que alguna de las vacas sagradas del periodismo se siente cómoda en presencia de un sicario, como aseguraron algunas de ellas, luego de una visita del primer mandatario a Guerrero.
Parecen estar convencidos de que pueden decir deliberadamente cosas inexactas o falsas, sin asumir las consecuencias, pero también que, cualquier cuestionamiento a esta práctica sistemática, es un ataque a la libertad de expresión —que confunden con la libertad de prensa— o censura.
Con la consigna de que “al poder se le revisa, no se le aplaude”, varios de esos intocables de los medios decidieron transitar hacia la rigidez, comprometiéndose con el anterior régimen y buscando la desestabilización del nuevo. Acabar con el largo matrimonio entre los jugosos pagos y las alabanzas de la prensa para con presidentes mediocres ha generado un gran malestar entre algunos, que no han dudado en trasladarlo a sus opiniones llenas de saña y de datos imprecisos y falsos.
Extrañan el consenso que los puso en una supuesta representación de las mayorías sólo porque ocupan un micrófono, durante décadas al servicio del mejor postor, cuando en realidad solo representan a los de pactos de élite. Si los medios de comunicación o sus representantes quieren hacer política, que asuman las consecuencias de su decisión en esa misma arena política; que cuestionen lo que quieran, pero que transparenten desde qué orilla editorializan toda la información.
No se trata pues de querer una prensa sumisa, sino de evitar el filtro de la animadversión para cualquier acción emprendida por el presidente y su gobierno. La crisis de varios medios de comunicación y sus representantes en México es también la crisis del modelo político y la consecuencia de un largo secuestro por el poder de la corporación. Y cuando se intenta combatirla —en una conversación directa con el pueblo— reviran aduciendo estigmatización de las voces críticas.
Esos representantes de la prensa podrían ser los actores capaces de articular las críticas al poder público, pero optaron por convertirse en una oposición rancia. Pasar por alto un consenso político sin precedentes de millones de personas que apostaron y apuestan por un cambio de régimen y un proyecto de transformación es también asumir una posición política de oídos sordos.
Si hacen política desde la prensa, pues tendrán que esperar respuestas políticas como las de los miércoles; afortunadamente pueden reclamar, con un mayor alcance que las réplicas del presidente, en los mismos espacios en los que enlodan. Eso sí, ojalá la sección de las mañaneras supere los meros señalamientos y demuestre la falsedad con datos reales y verificables. Si se trata de un ejercicio pedagógico, de nada vale embarrar más la ya muy sucia opinión publicada.
Daniela Pacheco