El sábado pasado miles de personas salimos a marchar en defensa de la vida y de las mujeres.
Al unísono se escucharon consignas que dejan claro que el derecho primigenio es el de la vida. Derecho que debe ser promovido, protegido y garantizado por el Estado, desde el mismo inicio y hasta el último aliento de cada persona.
Es por eso que las condiciones que debe generar el gobierno desde sus tres órdenes, deben procurar el desarrollo armónico de todos los miembros de la sociedad en todas las etapas de su vida, desde la más temprana que coloca al ser humano en estado de vulnerabilidad natural, hasta la de mayor edad para retribuir el esfuerzo de quienes nos precedieron.
Salud, seguridad, educación y trabajo, son ejes fundamentales del desarrollo de toda persona, y es ahí en donde las autoridades deben planear y ejecutar la política pública y los programas que permitan a cada miembro de la comunidad a participar activamente en alcanzar sus sueños y metas.
Un Estado que permite que se cancele a los más vulnerables, como son los seres humanos en el vientre de su madre, claudica a su misión de procurar el bien común. Me explico. El gobierno que promueve una cultura de muerte, asume la posición más cómoda para sí, pues no tiene que preocuparse por desarrollar estrategias educativas (con base científica y participación de padres y madres de familia en la formulación del programa de educación sexual); tampoco tiene que invertir en atender a mujeres embarazadas con un seguimiento médico puntual durante y después del embarazo y, claro, no tiene que asumir solidariamente la función de acompañamiento en la edad temprana para que todos tengamos las mismas oportunidades.
Un gobierno indolente y una sociedad cómoda, no tiene que promover ninguna estrategia de prevención del delito contra las mujeres, ni de atención a las víctimas de delitos sexuales, fomentando la impunidad y el abuso.
Un gobierno cómodo no se preocupa por provocar la movilidad social y facilitar herramientas para la vida de sectores vulnerables como las mujeres en pobreza, las mujeres víctimas de violencia y aquellas con discapacidad. Sin duda, un aborto no resolverá la crisis de ninguna de ellas, pero sí lo haría una política integral de atención a las mujeres desde el primer momento de su existencia, considerando que cada etapa del ser humano es importante y debe desarrollarse en un contexto de seguridad, de oportunidades, de valores y de esperanza. No de discriminación, de indiferencia y de abandono, porque es más fácil voltear hacia otro lado que dar alternativas. Hoy, el gobierno federal, indolente y cómodo, ha demostrado su desprecio por la vida humana al dejarnos sin vacunas y sin un sistema de salud que responda a las necesidades de los mexicanos.
Marchamos para darle voz al que no la tiene y para exigir verdaderas políticas de protección y desarrollo de las mujeres para que todas lleguemos a tener las mismas oportunidades.
Siempre defenderemos la vida porque somos valientes y libres.