Tamaulipas vive un momento histórico. Por primera vez, con sus tres Poderes electos por la ciudadanía. La llegada de 147 magistrados y jueces encabezados por Tania Gisela Contreras López, marca un hito que, en teoría, deberá devolver la confianza de los ciudadanos en la impartición de justicia.
El gobernador Américo Villarreal Anaya celebró “el inicio de una nueva era de legalidad”. La refundación de fondo del Poder Judicial debe lograr que la ley y la justicia se encuentren, dijo.
“La ley sin justicia es opresión, y una sociedad que pide justicia, sin ley cae en la incertidumbre. Solo cuando ambas se abrazan, la convivencia humana alcanza su plenitud”, citó.
Tania Contreras afirmó que el nuevo Poder Judicial se conducirá con independencia e imparcialidad. Que combatirá la corrupción sin titubeos. Que no habrá impunidad ni tolerancia.
“Quien atenta contra la justicia, atenta contra el pueblo y no tendrá cabida en este Poder Judicial”, aseguró, al tiempo en que llamó a los juzgadores a generar una justicia que defienda, que restaure, que concilie…
El reto es que los 69 jueces del viejo sistema que lograron sobrevivir a la reforma, caminen en la misma dirección, pues ocupan el 54% de los asientos en los tribunales de primera instancia y menores, donde se resuelven asuntos que ponen en juego la libertad, el patrimonio, las relaciones familiares y laborales.
La legitimidad no es un privilegio, sino una obligación multiplicada, advirtió el presidente del Congreso del Estado, Humberto Prieto Herrera.
Frase que resume la paradoja del poder democrático, se otorga autoridad, pero se exige resultados. El voto da respaldo ciudadano, pero también el desafío de mantener la confianza con decisiones justas.
El verdadero juicio estará en la capacidad de resolver casos complejos sin sesgos.
En Tamaulipas, la promesa de una justicia democrática y cercana está hecha. La tarea es convertir la promesa en sentencias imparciales, transparencia en los tribunales y una lucha real contra la corrupción.
El tiempo dirá si esta nueva era es un cambio de fondo o un acto simbólico que quede solo en la foto para la posteridad.