Porque cuando hablamos del segundo piso de la transformación en la Ciudad de México, hablamos de avanzar en políticas públicas y en infraestructura que realmente mejoran la vida de las y los capitalinos. Construir una Utopía de ciudad significa transformar la vida de cada habitante; entender que los problemas estructurales del corazón del país no se resuelven solo con obras aisladas, sino con una visión integral que pone en el centro el bienestar de las personas.
Reducir esta visión a la creación de centros deportivos o culturales es no ver el verdadero alcance del proyecto: un modelo ambicioso de ciudad que busca justicia territorial, equidad y espacios para el desarrollo humano. Soñar con una mejor ciudad es también trabajar todos los días para hacerla posible.
Se habla de lluvias atípicas y deterioro urbano, pero pocas veces se reconoce la atención inmediata, directa y cercana que ha caracterizado la gestión de la jefa de Gobierno. Desde el primer momento, brigadas de todas las dependencias acuden a los territorios, escuchan a las y los vecinos y atienden las necesidades prioritarias. Frente a los baches, por ejemplo, la ciudad cuenta con programas de bacheo nocturno, una línea telefónica y un chatbot para canalizar reportes de forma rápida y eficiente. Esa es la diferencia entre una gestión reactiva y una que está presente en cada colonia.
También enfrentamos los efectos del cambio climático con una política ambiental integral, encabezada por una secretaría verdaderamente comprometida con la sustentabilidad: reducción de gases de efecto invernadero, protección de barrancas y suelo de conservación, ampliación de áreas de valor ambiental y creación de nuevos espacios verdes. Nunca antes la ciudad había apostado tanto por su entorno natural.
En materia de movilidad, los resultados son claros: se modernizan trenes y estaciones del Metro, se amplían rutas del Trolebús y del Cablebús, se renuevan los Cetram y se fortalecen alternativas limpias y seguras como las ciclovías y el transporte eléctrico. Hoy millones de personas cuentan con un sistema más eficiente, accesible y sostenible. Negar esos avances es desconocer la transformación que ya se vive en las calles de la ciudad. Pensar que estos espacios no sirven para los verdaderos problemas, cae en una mirada superficial e inexperta sobre lo que implica habitar la ciudad.
Quienes transitamos la urbe todos los días sabemos que esos espacios no son un lujo ornamental, sino elementos vitales de cohesión social, salud ambiental y dignidad urbana. Las “Utopías” que algunos descalifican como quimeras no son meros sueños: son apuestas reales por espacios para el encuentro, la cultura, el deporte y la convivencia.
Descalificar su valor equivale a desconocer cómo se transforman barrios, cómo se modifican trayectorias y cómo se genera tejido social. No desde el escritorio ni la teoría se entiende la ciudad: la vivimos, la sentimos y sabemos que esos parques, y lo que representan, son parte de la solución, no del problema.
Finalmente, hablar de las Utopías como si fueran simples adornos urbanos es desconocer su verdadero impacto social. Las Utopías son espacios de transformación profunda, donde miles de personas aprenden, se cuidan y conviven; donde niñas y niños que antes no tenían acceso a clases de natación, música o danza hoy pueden soñar con nuevos futuros.
Como dice nuestra jefa de Gobierno: “Queremos cambiar la nota roja por la nota musical”.
Y eso —crear oportunidades, abrir horizontes y transformar vidas— también es construir una ciudad más justa, solidaria y humana.
Esa es la verdadera Utopía: la que ya se está haciendo realidad en la Ciudad de México.