La elección judicial del domingo pasado dejó un mensaje agridulce para el régimen.
Lo dulce para el obradorato es que a pesar de la muy baja participación y la pobre movilización de sus cuadros los muy pocos votos que captaron fueron suficientes para terminar la morenización de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, del nuevo Tribunal de Disciplina Judicial y de media estructura del Poder Judicial a nivel federal.
Lo agrio para Palacio Nacional es que este ejercicio encumbró a afines a AMLO y evidenció una pobre fuerza presidencial para movilizar al electorado y a los liderazgos obradoristas lo cual coloca a Claudia Sheinbaum en una condición de debilidad ante la reaparición de Andrés Manuel López Obrador y la inamovilidad de la estructura de la 4T.
En su reaparición en una casilla electoral López Obrador dijo –supongo que de manera sarcástica– que México tiene a la mejor mandataria del mundo, pero la lectura real no es un reconocimiento a su sucesora, sino la siguiente: Si yo soy el que da espaldarazos a Sheinbaum es porque aún tengo poder para dárselos, entonces, ella necesita de mí, por tanto yo soy el verdadero poder.
La pobre participación ciudadana en la elección en la que la presidenta tenía tanto interés y la reaparición pública de López Obrador no son casualidades ni están desvinculadas. Cada vez es más evidente el rompimiento entre la pequeña ala de Sheinbaum y los grupos leales al ex presidente empezando por la lideresa Luisa María Alcalde y su segundo de abordo, Andy López Beltrán.
El ejercicio del domingo pasado dejó al descubierto la fuerza real, pero mínima, de la presidenta al seno del obradorismo.
La insistencia de Sheinbaum por imponer la visión de que la elección judicial fue un éxito es proporcional a su necesidad de sentirse reconocida como la cabeza de un proyecto político nacional que, quedó al descubierto, no rebasa más que unas cuantas oficinas que ocupan unos poquitos allegados leales.
La oposición real la tiene dentro de su propio partido y ahora sabemos, porque lo vimos el domingo, que en Palacio Nacional despacha quien sigue intente e intente, pero el que manda en Palenque.