Política

Garantizar el derecho a la felicidad, labor del buen gobierno

La felicidad ha sido definida de múltiples maneras: un estado de ánimo, un sentimiento, un adjetivo, una utopía, un derecho… Y ha sido abordada desde diversas perspectivas: filosóficas, psicológicas, teológicas, jurídicas y científicas. Pero más allá de consideraciones teóricas, la felicidad es, al final, la aspiración legítima de todas las personas y, por qué no, de las sociedades.

La felicidad de las y los ciudadanos, o la posibilidad real de ir a buscarla, ha sido también discutida como un asunto que, por estar directamente relacionado con el cumplimiento de otros anhelos individuales y reivindicaciones colectivas, deber ser asumida por los poderes públicos.

La ONU ha pedido a los estados miembros que elaboren políticas públicas que reflejen la importancia de la búsqueda de la felicidad en el desarrollo, reconociendo la necesidad de un crecimiento económico con enfoque más inclusivo, equitativo y equilibrado, que promueva el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, la felicidad y el bienestar de todos los pueblos.

Habrá que agregar la observancia estricta de los derechos humanos, en tanto que su cumplimiento repercute positivamente en la vida cotidiana de los individuos, las familias y las comunidades, que es, finalmente, la esfera donde las acciones de los gobiernos adquieren su verdadera trascendencia.

Los liderazgos políticos – en ocasiones indiferentes al aspecto ético y moral de sus acciones y decisiones- necesitan entender que su trabajo es algo más que mero conflicto, escaparate o eliminación del contrario. Se debe comprender que las buenas políticas públicas y la práctica de principios éticos enriquecen el bienestar humano del derecho a la felicidad; un concepto que, si bien no aparece frecuentemente en el lenguaje político, sí es un imperativo moral, por tratarse de la aspiración primordial del ser humano.

El buen gobierno solo se entiende si proporciona las bases para que los ciudadanos ejerzan ese derecho, y esta debe ser una decisión política haciendo equipo con la gente, para que los beneficios sean tangibles a favor de sus propios sueños y proyectos personales.

Los gobiernos deben atreverse a ser gobierno, hablar acerca de lo correcto y lo incorrecto, a decir lo necesario sobre muchos temas, desde la corrupción y la impunidad, hasta las relaciones de familia y la convivencia vecinal; estos últimos, aspectos que han sido de competencia casi exclusiva de las mujeres en el ámbito privado, porque es ahí donde se cimentan el respeto, la solidaridad, la tolerancia, la honestidad y la responsabilidad social: hacer lo que nos corresponde y hacerlo bien.

Asumir a la familia como la personificación de una nueva concepción de Patria, que nos aglutine, quizá pueda conducirnos individual y colectivamente a la auténtica felicidad.

Carolina Monroy

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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