El Presidente ha dado el banderazo oficial a la sucesión. Y aunque se hable de encuestas, todos sabemos que la elección es suya. Él destapará una corcholata.
Ayer Vicente Leñero, ese gigante de nuestras letras y nuestro periodismo, hubiera cumplido 89 años. En 1975 escribió “La Cargada” para Revista de Revistas después del destape de José López Portillo; reproduzco un fragmento que podría publicarse el año que viene cuando suceda lo que sucederá.
“Habrá ojos que nunca se hayan abierto así, tan grandes delante de él.
Y bastará un perdón, déjenme pasar, para que de inmediato surjan de entre la multitud mil servidores espontáneos que a codazos y zancadillas abrirán paso al elegido. Mientras otros abrazos caerán sobre sus hombros, contra su cuerpo. Antes de que haya tiempo de cumplir con lo que ya es una orden que viene del señor.
Así, desde ahora y para siempre en que oirá ser llamado el mejor, el más apto, el más talentoso, el más inteligente, el más bueno, el más noble, el más capaz, el más simpático, el más indicado, el más patriota, el más querido, el más popular, el más todo lo más que había en la patria.
Esperado. Soñado. Presentido. Deseado. Anhelado por todos. Por todos.
Tú el candidato.
Tú el presidente.
Tú el santo.
Tú el patriarca.
Tú el rey.
Tú el dios.
Que hable, que hable, gritará la multitud. Y lápices y grabadoras y cámaras de televisión y ojos y oídos y memorias recogerán con toda la sed esas primeras palabras del que ya no hablará nunca más como ministro, sino como supremo señor de los señores; mientras, por las escaleras y cuerdas de asalto seguirá trepando México para ponerse a sus pies.
Qué de codazos, qué de improperios se gritará la multitud en la presurosa carrera de los que quieren llegar lo más pronto que se pueda. Qué de disparos de cámaras buscarán sus primeras sonrisas. Qué de micrófonos multiplicarán su voz obligada a convertirse en altavoz del evangelio de la nueva religión sexenal.
¡Bravo!
No habrá descanso ya desde el primer momento en que el abrazo elector se produzca, ni soledad posible, ni sencillez programada, ni nada que pueda minimizar al hombre-nombre, cuyas iniciales en todos los tamaños poblarán nuestra historia cotidiana”.
Carlos Puig
@puigcarlos