Era, desde el principio, una guerra muy difícil, casi imposible de ganar. No fue mala idea intentarlo, pero ayer se confirmó la resolución prevista.
La Suprema Corte de Justicia de EU decidió que el gobierno mexicano no puede demandar a los fabricantes de armas de EU para responsabilizarlos por la violencia cometida por los cárteles de la droga en México. Fue una decisión unánime con un dictamen presentado por la ministra Elena Kagan, quien argumentó que la petición del gobierno mexicano estaba prohibida por la legislación estadunidense que aísla a los fabricantes de armas de la responsabilidad. Dijo, además, que México no había argumentado de manera plausible que los fabricantes de armas estadunidenses habían ayudado e instigado en la venta ilegal de armas a narcotraficantes mexicanos.
La protección a los fabricantes de armas estadunidenses viene de una ley de 2005, impulsada por el entonces poderosísimo lobby de la industria y firmada como ley por George W. Bush, que después de que perdieran varias batallas legales contra víctimas de asesinatos, lograron que se aprobara la Ley de Protección del Comercio Legal de Armas (PLCAA, por sus siglas en inglés).
Desde aquella ley, el más notable caso en el que las armadoras han cedido es frente a las víctimas de la matanza de Sandy Hook, cuando un solo tirador asesinó a 20 niños en una escuela primaria.
La tragedia fue de tal magnitud que el estado de Connecticut pasó una ley que permitió a las víctimas demandar al fabricante del arma utilizada. Pero Remington, la armadora, temerosa de crear antecedentes legales federales, optó por acordar con las familias un pago de 73 millones de dólares.
La decisión de la Suprema Corte estadunidense reafirma la impunidad con que las armadoras funcionan y seguirán funcionando.
Frente a esto, qué puede hacer el gobierno mexicano para, al menos, limitar el enorme y sangriento tráfico de armas estadunidenses al país. Cierto que el gobierno de Trump ha prometido hacer algo. Pero sus votantes son fanáticos de las armas, no podrá hacer demasiado.
Tal vez sería hora, como lo he escrito en otros momentos, de mirar a nuestra frontera norte. Una por la que es muy sencillo cruzar lo que uno quiera. Incluyendo miles y miles de armas que matan mexicanos.