El Informe PISA 2022 reveló lo que ya sospechábamos: en Matemáticas, 2 de cada 3 jóvenes mexicanos no pueden hacer operaciones simples; en Español, 1 de cada 2 no entiende lo que lee; en Ciencia, 50% se ubicó en el nivel más bajo. Nuestros estudiantes no aprenden lo que deberían para funcionar en una sociedad y una economía globales, complejas e híper-conectadas.
Con la publicación de los resultados inicia un ritual que hemos visto desde hace más de 20 años. Primero: críticas virulentas al gobierno federal en turno por el ya acostumbrado “desastre” educativo. Después: la defensa también virulenta del gobierno en turno atribuyendo dicho desastre a las administraciones anteriores o a los medios (antes el culpable era el “nacionalismo”, hoy el “neoliberalismo”). Acto seguido: el silencio, la inacción y la espera paciente otros tres años para iniciar, con nuevos bríos, el inútil ritual.
No pretendo abonar al catastrofismo ocasional sobre el deterioro de nuestro sistema educativo. Eso de nada ha servido, los resultados lo evidencian.
Quizás debemos abandonar la ilusión del centralismo mágico y apostarle auna genuina gobernanza educativa nacional. Asumir que el éxito estudiantil debe verse también desde el ámbito local y regional. Hay ejemplos y buenas prácticas que se deben incentivar y multiplicar.
China, como país, no figura en la Prueba PISA, pero la región de Shanghái ha destacado con algunos de los mejores resultados a nivel global. En España, Castilla y León y Asturias lograron resultados comparables a los países mejor evaluados. En contraste, otras regiones obtuvieron puntajes similares a México. Esto es producto del involucramiento de los gobiernos sub-nacionales, las universidades y la industria.
A nivel universitario, iniciativas como la de asesorías virtuales en matemáticas y ciencia para estudiantes en rezago, Aprendizajes para Todos, impulsada por el TEC de Monterrey y donde participa la Universidad de Guadalajara, o el de Inclusión Matemática del CIDE, son ejemplos de esa indispensable vinculación de las universidades con la educación básica.
Dejemos el camino de los lamentos, y pasemos a las soluciones concretas desde lo local.