¿Las nuevas tecnologías contribuyen a democratizar el acceso al conocimiento o ensanchan la brecha de desigualdad? Esta pregunta fue el centro de la discusión de un foro realizado en la Universidad de Guadalajara, sobre Inteligencia Artificial (IA) en educación.
El ya famoso ChatGPT, sistema de “IA Generativa” de la empresa OpenAI (organización creada sin fines de lucro, pero que hoy es una corporación lucrativa valorada en 29 billones de dólares), está causando una revolución global, con la promesa -amenaza- de transformar o desaparecer industrias enteras. En su primera semana tuvo un millón de usuarios, lo que a Netflix o Facebook les llevó años.
ChatGPT, como todas estas tecnologías digitales, comenzó siendo “gratuito” (si el producto es gratis, tú eres el producto), pero no por mucho tiempo. A días de su lanzamiento, el gigante Microsoft invirtió 10 billones de dólares en OpenAI para incorporar IA Generativa en sus aplicaciones, que por supuesto tendrán costo.
No hay que temer al uso de IA, pero sí a la acumulación de poder en grandes corporaciones, con poca o nula regulación que garantice el interés público y el buen manejo de nuestros datos. De 2013 a 2021, 80% de la inversión global en IAla hicieron empresas privadas de dos países: EEUU y China. El liderazgo lo lleva el oligopolio de Google, Microsoft, Meta y Amazon, y algunas “startups” como DeepMind y OpenAI.
¿Quién decide sobre los algoritmos? Unos pocos ejecutivos, a puerta cerrada, con el objetivo de maximizar su mercado, no el interés público. Lo alertan Gaby Ramos y Mariana Mazzucato, “hay un gran desequilibrio de poder entre los dueños privados de estas tecnologías y el resto de nosotros” (t.ly/Btb9).
Para no ensanchar las brechas de desigualdad, los gobiernos deben establecer regulaciones claras y éticas, ponderando los derechos humanos; no olvidemos que las tecnologías fueron desarrolladas gracias a la masiva inversión pública en investigación básica, durante décadas.
De seguir dejando todo al mercado, unos pocos tendrían acceso pleno a la IA y verían su “inteligencia aumentada”, mientras que las mayorías se quedarían solo con su“cerebro biológico”. Una nueva forma de desigualdad.
Iván Moreno
Twitter: @carlosivanmoren