En El libro de las preguntas desconcertantes, Josep Muñoz Redón da cuenta de algunos de los planteamientos existenciales que los seres humanos nos hemos hecho a lo largo del tiempo. El sentido de la vida, del placer, la libertad, el bien, etcétera. Y hay un espacio dedicado a pensar qué es el lenguaje. En la travesía de sus palabras acude a Sherezade, la más conocida de las referencias de Las mil y una noches.
El autor recrea las vicisitudes de quien busca salvar su pellejo y el de su hermana ante el peligro de que el sultán Shahriar cargue con ellas, pues lleno de despecho por el engaño de su primera consorte va desposando a las vírgenes de la región para después enviudar por cuenta propia, evitando así que aumenten sus decepciones amorosas. El recurso de Sherezade para no dar pauta a los impulsos del sultán es recetarle una historia por episodios.
El recurso del relato medieval pervive hasta nuestro días. Y explica el éxito de libros, películas, series en plataformas y de todo aquel ejercicio narrativo en el que haya algo que contar. El director de cine Eliseo Subiela sostiene en su texto Mi oficio que “una sala de cine es el único ámbito donde los adultos confiesan la supervivencia de la infantil necesidad de ser arrullados por un cuento”. Ello implica que la lógica de los sucesos deriva en el más democrático de los ejercicios. Todos por igual gustosos ante el interés de ser entretenidos.
Así me pescó el fin de semana mi sobrino Raúl. Inspirado en el concepto chileno Camaleón y las naturales ciencias, ha recibido de buen grado el mote de Camalul por parte de su gandalla tío. Y en su carácter de ente hiperactivo decidió que había que jugar a filmar una película con sus juguetes. Durante largo rato nos pusimos de acuerdo en el guion, armamos escenografía, iluminación y hasta banda sonora. Todo para recrear desde la cámara del teléfono la extinción de los dinosaurios a manos del gran asteroide.
Lo complicado no fue el proceso de producción, sino satisfacer el interés publirrelacionista del chaval, quien ya quería compartir su historia con la banda y hasta hacerla viral. Ignoro si el material será algún día tendencia, pero estoy seguro que la vocación por contar algo se irá sembrando en la cabecita loca de El Camalul. Pues me temo que será la primera de muchas aventuras por idear.
Hace unas semanas aprendí en un curso de Storytelling la importancia de crear historias antes que compartir hechos y datos, pues con ellas se consigue la atención de las personas. Además, se construyen puentes al tiempo que se inspira e involucra. De ahí la eficacia en la narratología superviviente de Sherezade, en la apasionada labor fílmica de Subiela y, desde luego, en la voluntad inquieta y ocurrente del chicuelo.
Carlos Gutiérrez
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