Cultura

NY4

Se dice que de un viaje no importa tanto el destino como la experiencia. Al parecer de este tour estoy saliendo todo un iniciado pata de perro. Las vivencias en Nueva York son acordes al tamaño de sus edificios, los cuales hay por doquier y sirven para ilustrar el paisaje urbano. No es gratuito el mote de urbe de hierro y menos simple. De hecho, nada por acá lo es.

Bajo la máxima de ser enorme, aquí el escenario es demoledor o no será. En particular el costo de la vida. Y eso se refleja en todo, de la comida a las atracciones, pasando por cualquier chuchería. Los visitantes de la gran urbe lo comprenden bien. Nada más se pisa suelo neoyorquino y ya se está gastando y en serio.

Aunque hay que ser honestos pasa poco tiempo para que el bolsillo se vuelva facilote y, dado que la experiencia lo vale (así se intenta convencer a la mente), a gastar, que para eso trabaja uno (sigue el proceso de convencimiento) y ni modo de quedarse con las ganas (continúa el cocowash).

Una de las maneras más recomendables de gastar con cierto criterio es hacerlo con el pase de ciudad. Ese que comprado vía remota y bajo una corta feria (nada corta) da acceso a múltiples atracciones destinadas para la banda turista. Las grandes metrópolis la tienen y es una gran ayuda, pues se tiene granjeado el acceso a museos, espectáculos, miradores, tours y demás numeritos que los gringos saben capitalizar como nadie más.

Sabiendo lo que quería conocer de Manhattan y alrededores, me dispuse a planificar el itinerario. Se impusieron tres rascacielos, The Edge, que está en el filo de la punta de un edificio y es el mirador más alto del hemisferio occidental. Con base y muros de cristal permite admirar la ciudad con impresionantes postales y que el aire helado dé en la cara a los parroquianos.

Luego el Top of the Rock, la opción más clásica, después del Empire Estate, y que da una idea de la inmensidad del centro urbano y de los alcances del Rockefeller Center, donde anidó el emporio del acaudalado magnate financiero John D. Rockefeller Jr., que incluye construcciones art decó, centros comerciales, estudios de televisión y hasta el escenario del arbolote navideño con todo y pista de patinaje.

Finalmente, el miedo a las alturas se cura con el One World Observatory (o de plano se confirma la fobia), con una vista de 360 grados de la ciudad, incluidos los puentes de Brooklyn, Manhattan y Williamsburg y la vistas del Hudson y el East River. Eso sin obviar el impacto inmediato de la Zona Cero, de la que habrá ocasión de hablar cuando llegue la hora museística.

Mientras eso ocurre, la banda sonora se hace presente de nueva cuenta, con el viejo Frank. “Start spreading the news. I'm leaving today, I want to be part of it, New York, New York”.


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Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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