Cultura

Temporalidad relativa

No cabe duda, las redes sociales, en particular Twitter, bien podrían ser el retrete del mundo. Ahí va a parar mucho de la inmundicia que debería guardarse en la cabeza hueca de quienes publican. Ahí, en un diván o a resguardo de alguna institución mental.

Desde luego el problema no reside en el medio, o al menos no del todo. Son los usuarios quienes acaban dando forma y sentido a la narrativa que ahí se plasma. Lo que sumado a la naturaleza del entramado digital otorga la peculiaridad que para bien y para mal se acaba mostrando.

Estaba papaloteando en Tuiter, Ex o como se le quiera llamar, cuando me encontré con una publicación que al borde de un ataque de nervios aportaba un dato perturbador (según la cuenta): “En sólo 5 años los años 80 serán hace 50 años”.

El texto era acompañado por una imagen de George Michael y, más allá de la imprecisión del dato, pues lo correcto sería decir que en 5 años 1980 será hace 50 años, el efecto demoledor que busca funcionó como quien patea un avispero.

Se suele decir que por estar tan ocupados mirando los árboles perdemos de vista el bosque. Algo así ocurre con el paso del tiempo y la forma en que configuramos el día a día. Mucho más en una época en la que todo transcurre de forma vertiginosa.

El problema, además de pasarla como el conejo de Alicia en el país de las maravillas, conflictuados porque el reloj no da tregua y cada vez alcanzan menos las horas del día para hacer casi nada (según), es que el curso de los años cala como si subsistir fuera una suerte de enfermedad crónica, progresiva y mortal.

Y si bien las tres características aplican al caso, no así al padecimiento de la existencia. Porque a pesar de que hay quien le sufre a esto de vivir (y procura hacerlo extensivo a los demás), hay muchos que disfrutan como enanos las buenas y las no tanto.

La cuestión detrás del impacto de una publicación así y de todas aquellas que apelan al sensacionalismo a partir de la edad, es la preocupación que trae consigo el imperio del dios Cronos. Y termina dando al traste cuando se da más atención a un número que a la calidad de la vida.

Como en aquel verso de Señora, la canción de Serrat: “Si cuando se abre una flor, al olor de la flor se le olvida la flor”, el nerviosismo aparece al reparar en lo efímero de algo y toma las veces de angustiosa nostalgia, de suyo enfermiza cuando sale de control.

Jaime Sabines entendía la lección detrás de tan terrible entuerto al señalar que alguien le había hablado diariamente y con lentitud al oído, “me dijo: ¡vive, vive, vive! Era la muerte.” No cabe duda, la vida es lo que pasa mientras nos preocupamos por vivir. Y como decía un viejo anuncio de relojes, el tiempo es sólo un pretexto.


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Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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