Cultura

Podcasteables

Es curioso cómo la posmodernidad nos ha llevado a adoptar comportamientos que en otros tiempos habrían sido inimaginables. Junto con la idea de haber un fotógrafo en cada usuario de teléfono celular, el acceso a los beneficios del aparato inteligente ha hecho posible la ejecución de distintas actividades que reinan el panorama y nos hacen parte de un ecosistema digital.

Así como la toma de fotografías implica que todo mundo se asuma capaz de recuperar instantáneas, se graba en video con la “destreza” de quien tiene el callo para levantar imagen, hasta conseguir sacar provecho a prácticamente cualquier aplicación que juegue con los sentidos y que implique el desliz de la mirada y el oído.

Uno de esos artilugios que llegó para quedarse cambiando la dinámica comunicativa de la gente, es la posibilidad de ser grabados en audio y de que ese material trasciende el ámbito doméstico para alojarse en alguna plataforma, siendo susceptible de ser escuchado por una cantidad inmensa de personas.

Bajo el apelativo de podcast cualquiera puede emitir un mensaje como si se tratara de un hacedor de radio y contar al mundo dos o tres netas que, para bien o para mal, terminarán perpetuándose. Quién iba a decir que eso que antes se antojaba vedado a unos pocos, habría de democratizarse al punto de que, así como se suben incansablemente videos a las redes sociales, lo mismo se alojan contenidos auditivos de cualquier temática.

Llama la atención que el podcast se convirtiera en ese recurso de fonoteca que salvaguarda la memoria no sólo radiofónica, sino la de cualquier generador de contenidos. Y es que, en estricto sentido, un podcast no es sino un programa cuya única diferencia con el clásico concepto reside en tornarse grabado y ser susceptible de compartirse.

El problema del audio como en fotografías y videos, se basa en su profesionalización, limitando el proceso a la posesión de dispositivos técnicos (microfonía, consola y editor de audio). Esto pone la herramienta al alcance de muchos y limita la calidad de quien genere contenidos en términos de lógica sonora, pues no hay música de fondo para la narrativa debido a derechos reservados, amén de las competencias vocales de los participantes.

Desde luego no todos los casos adolecen de lo mismo y hay opciones que merecen la pena con estupendos contenidos y habilidades en locución y producción. Aunque un área de oportunidad se abre con la adquisición de conocimientos tonales, de dicción, vocalización y hasta respiración, para brindar un buen servicio e incluso capitalizar el asunto. Y ya no se diga estructurar mínimamente un mensaje para volverlo asequible, útil y atractivo. En tanto habrá que hacerse a la idea de que lo que hay es lo que se ve o lo que se puede escuchar.


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Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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