"Vende caro tu amor, aventurera / y aquél que de tus labios la miel quiera / que pague con brillantes tu pecado". El oficio como pianista en burdeles desde los 12 años, marcó a Agustín Lara… como lo marcó, cuando tenía 25, una prostituta despechada que le rajó con una botella la mejilla izquierda.
Medio siglo después, su pura muerte, ocurrida el 6 de noviembre de 1970 -y todo lo que la rodeó durante los 21 días de su hospitalización y agonía- da cuenta del fascinante personaje.
Bohemio ejemplar, murió en el cumplimiento del deber. Todo sucedió un viernes dentro de ese Starbucks que ahora está en la calle Edgar Allan Poe 308, esquina con Homero, en Polanco. Buen anfitrión preparó personalmente dos whiskies a los invitados (uno de ellos era Carlos Águila, saxofonista y violinista de sus diferentes orquestas, con un acompañante); él se sirvió un cognac del único que tomaba: Martell Cordon Bleu.
Al subir el pie en el estribillo del banco cantinero, un mal movimiento lo hizo caer estrepitosamente. Fractura de cadera. Fue internado con el falso nombre de Carlos Flores en el Hospital Inglés amaneciendo ya el viernes 16 de octubre. Le hicieron los estudios correspondientes para operarlo el sábado 17. Pero en el transcurrir de las horas se comenzaron a dar complicaciones y cuando lo trasladaban a terapia intensiva, en el elevador le sobrevino un paro cardiorrespiratorio, del que lo sacaron. Pero que resultó el punto de no retorno.
La habitación 347 se convirtió en el sitio más hermético, al que muy pocos tuvieron acceso. De poco sirvió el cuento del pseudónimo y en unas horas lo supo la prensa y comenzó el desfile de personajes: su compadre Pedro Vargas, Consuelo Velázquez, Toña La Negra, Sara García, María Conesa y ese otro gran compositor que fue Vicente Garrido, quien por parte de la Sociedad de Autores y Compositores, anunciaba que con obligación y gratitud se harían cargo de costear hasta el último centavo. Y cómo no: Lara les dejaba por concepto de derecho de autor (lo de las regalías era aparte) casi medio millón de pesos, de aquéllos, trimestralmente.
Además del regente de la ciudad, Alfonso Corona del Rosal, y los típicos políticos en visita de conveniencia, platican que el único que entró a verlo fue Emilio Azcárraga Vidaurreta, quien lo había descubierto en el café Salambó de la calle de Bolívar, para llevarlo al parto de la XEW en 1930, ofreciéndole un centenario por cada canción que estrenara.
Todos, prensa e invitados, atendidos por David Rodríguez Verduguillo, durante 25 años el fiel secretario del maestro y quien así lo había bautizado por estarle recordando en todo momento la medicina que le tocaba. Verduguillo era también el letal cómplice encargado de tapizar con pétalos de rosas el auto cada vez que mandaba su patrón por alguna nueva conquista.
Desahuciado Lara, la prensa se instaló día y noche en el vestíbulo del hospital, con la más horrenda indicación que puede tener un reportero: esperar. Pero un joven Joaquín López Dóriga se subió con el camarógrafo Ángel Cabrera a la azotea de una construcción que estaba enfrente, en la calle Sur 124 #118… y sí esperaron, pero a que alguien abriera la cortina de la ventana a la que apuntaron para obtener la única imagen que existe y que confirmaba la dura verdad. Agustín Lara se moría. A sabiendas de la irritación masiva que iba a provocar, para transmitirla en la noche del 29 de octubre, Jacobo Zabludovsky daba la siguiente justificación:
"¿Cómo logró 24 horas estas escenas? Las logró con un gran dolor de nuestra parte pero somos periodistas, así informó Robert Capa cuando sacó la famosa foto del miliciano español en la guerra civil de 1938, así informó un gran reportero mexicano Téllez Vargas cuando con Antonio Carrillo vestidos ambos de enfermeros entraron al sitio donde agonizaba León Trotsky y sacaron las únicas fotografías de ese acontecimiento".
Foto: Imagen captada de tv por Gabriel Abaroa
Me cuenta el querido Raúl Sánchez Carrillo ("¡de oficio, reportero!") que al día siguiente, el sacerdote Salvador Martínez -amigo y confesor de Lara- fue a donde los reporteros, ubicó a López Dóriga y a grito pelado ¡lo excomulgó! Pero el reportero reviró… "¿que no el excomulgado debía ser usted, que fue a Madrid a casar a Agustín Lara con una mujer cuando aquí está casado con otra?". Entretanto, el entonces reportero Jaime Almeida encontraba el acta de nacimiento real del compositor… que no era de 1900 en Tlacotalpan, Veracruz. Era de 1897, en la Calle del Cuervo 16 (hoy República de Colombia), en el centro de la ciudad de México. El único de Tlacotalpan por ahí era un curandero que se hacía llamar Jesusito Divino… se presentó con sus yerbas para salvar a Agustín; no lo dejaron pasar nunca.
El robusto reporte médico de los primeros días, al final ya sólo tenía una línea que decía "todo igual". Casi no había reporteros aquel domingo 6 de noviembre en que finalmente a las 17:50 se acabó la inspiración. Literalmente.
Sobre su tumba está el mejor epitafio de toda la Rotonda de las Personas Ilustres: "Mis pobres manos, alas quebradas" (del tema Pobre de mí).
Muchas de estas cosas me las han contado Raúl Sánchez Carrillo, Joaquín López-Dóriga y Rafael Cardona, tres soldados de aquel ejército de reporteros de la vieja guardia (de la vieja guardia en el Hospital Inglés). Otras más las he sabido por Carlos Bello, amigo y apoderado de Lara, la diosa Elsa Aguirre, los compositores Vicente Garrido y Mario Ruiz Armengol ("no era un buen pianista, pero tocaba muy sabroso"), el caricaturista Rafael Freyre o Eulalio González, Piporro.
Ésta es muy buena: contaba don Lalo que hicieron una gira en el Pacífico y al comenzar el espectáculo en Los Mochis, le dijo el maestro "párate ahí detrás del telón, donde yo te vea, a ver si aprendes algo". Oscuro, luz a sus manos en el piano. Tarará tarará al tiempo que decía "Cuando me invitaron para venir a cantar a Los Mochis, la verdad es que yo no quería" (murmullo de desencanto y desconcierto en la sala… tarará tarará en el piano otros 10 segundos) "… y no quería venir, porque hace 25 años aquí dejé mi corazón ¡vengo por él!" Ovación de pie. Guiño discreto del ojo al discípulo escondido entre telones, diciéndole "quihubo". Era un costal de mañas.
Lara bailando -y bien- rock and roll; junto con Pedro Vargas, Piporro y Luis Aguilar.
A la ranita Freyre lo invitaba a la casa de Polanco… pedía pollos Río para ver la lucha libre; "era fan del Santo". Y del querido arquitecto Gabriel Abaroa… el primer gran larista de este país, del que mucho aprendimos muchos. Hizo de su casa en la colonia Nápoles un museo con objetos del músico-poeta y escribió un apasionado y detallado libro biográfico; fue en esa casa, donde me presentó a un niño que tenía la gracia de recrearnos todos los antiguos anuncios de la radio… Rodrigo de la Cadena, hoy el músico y cantante que mejor conoce e interpreta, a profundidad, toda la obra de Agustín Lara.
En 2008, Pavel Granados, Guadalupe Loaeza y Mónica Barrón publicaron una extraordinaria investigación nunca antes lograda, recopilando en tres bellos libros de arte, historias, fotografías y todas las canciones.
De esas canciones, de sus intérpretes, de sus desamores, del sonido cortadito de su piano, de su genialidad para hacer las letras más apegadas que hay a la música… habrá que dedicarle acá un espacio… como a su suite española o a la tropical o la taurina.
Tenía derecho a decir lo que quisiera. Como decía que no cambiaba "por un trono su barrera de sol", cuando sus asientos eran las barreras de 17 y 18 de primera fila de sombra. O que María Bonita, con sus "manitas las estrellitas las enguagaaaaba" (manitas… ¿María Félix?) O que había nacido en Veracruz... aunque atendiendo a la máxima universal de Chavela Vargas: "¡un mexicano, nace donde le da su rechingada gana!"
Era un tipo del que se podían enamorar todas las mujeres... protector, les cambiaba la vida. Luego no lo soportaba ninguna. Irascible. Y luego encantador. No mentía… creaba una historia. Musicalmente genial. Un gran embaucador de almas. Que siempre supo que una cicatriz, era un galardón de guerra. Y que lo inmoral, el deseo y el pecado que censura una sociedad hipócrita, eran las más grandes batallas. Que sólo se ganan cuando se tiene el alma de pirata.
@diazbarriga1