“How many roads must a man walk down before you call him a man?” Bob Dylan
Migrar no es un delito. Lo que llaman “irregularidad” es un papel vencido, un sello negado. No un crimen. El mundo confunde el documento con la persona y convierte en delincuentes a quienes caminan buscando un destino.Los niños deberían dibujar con crayolas, no vender paletas o pedir dinero en los semáforos. Las familias deberían celebrar cumpleaños en sus casas, no viajar sobre el lomo metálico de La Bestia y, debajo, Las Patronas lanzándoles arroz y agua como recordatorio de que aún queda humanidad.
Migrar ha sido siempre parte de la condición humana: Ulises fue migrante antes que héroe. Hoy los nombres cambian. Latinoamericanos llegan con lo puesto, con manos que saben trabajar y sueños por delante, buscando aquí lo que allá se les niega: libertad y horizonte.
Nuestra Constitución y los tratados internacionales coinciden: migrar no es delito, pedir refugio es un derecho humano.
Entre la norma y la realidad se abre un abismo. La COMAR recibió más de 140 mil solicitudes en 2023. No son cifras: son vidas reducidas a expedientes.Hoy los llamamos ilegales, los detenemos, los expulsamos. En Ciudad Juárez, en marzo de 2023, cuarenta personas murieron tras rejas que nunca debieron existir. No fue accidente: fue porque se vieron como números.
Bauman lo advirtió: lo que tememos no son ellos, sino el espejo que nos tienden. Adela Cortina lo nombró con precisión: aporofobia. No rechazamos al extranjero rico, sino al pobre, al vulnerable, al que no encaja en la lógica fría del mercado.Lo sé porque lo viví: al decir algo tan elemental como que los migrantes tienen derechos, me gritaron queme los llevara a mi casa. Como si fueran basura, como si estorbaran.
Entonces la pregunta insiste: ¿a dónde irán? La mayoría camina hacia Estados Unidos, un país que levanta muros y donde Trump los desprecia abiertamente, donde incluso algunos migrantes asentados repiten lo que ya padecieron. Aun así, siguen andando, porque a veces el destino no está en la tierra que recibe, sino en la imposibilidad de volver a la que se dejó.
La migración es la historia de la humanidad. Somos herederos de caminantes.La pregunta de Dylan nos envuelve a todos: ¿cuántos caminos tendrá que andar un migrante para que lo llamemos humano, y cuántos tendremos que recorrer para reconocer que su destino es el nuestro?