Cultura

En defensa del muralismo

El muralismo es el arte que dignifica al espacio público, no es el artista el que se ve “privilegiado” con acceder al espacio, es éste el que adquiere otra dimensión al ser soporte de una obra que lo redimensionará, el muro deja de ser utilitario para ser identitario.

Las obras cotizadas en millones de dólares, mediocres e infantiloides de Banksy son aplaudidas y, por otro lado, el gran muralismo latinoamericano se juzga como una representación obsoleta. El asunto está en que la estética contemporánea ve en las obras acomodaticias a las modas, el camino que debería seguir el arte.

La molestia es que la misión del muralismo es narrar, ser reflejo de la Historia y decir algo. Desde el inicio en el Renacimiento así fue y los primeros grandes murales, no fueron obras de la “izquierda”, fueron comisionadas por los príncipes de la Iglesia Católica, gracias a eso tenemos a la Capilla Sixtina, y las obras de Miguel Ángel, Rafael y Leonardo. Eso es arte público, y todas son narrativas monumentales. El muralismo es una ópera pictórica.

El Renacimiento del muralismo en el siglo XX fue un logro de América Latina, los tres grandes muralistas, Orozco, Rivera y Siqueiros. La vanguardia del expresionismo abstracto norteamericano aprendió del muralismo mexicano. Jackson Pollock fue alumno de Thomas Hart Benton, el muralista norteamericano admirador y colega de José Clemente Orozco. Pollock viajó al Pomona College, en California, para aprender del trabajo de Orozco. Declinó por el expresionismo abstracto por una razón muy simple: nunca aprendió a dibujar, y sus obras y biógrafos lo demuestran.

En su ominosa ignorancia hay quienes llaman al muralismo “obsoleto” y “funcionalista”, hoy que el “arte urbano” vive un boom planetario, y trata de imitar, la mayoría de las veces con poco acierto, los principios del muralismo para crear obras. Es decir, un mural niñato de Banksy está bien porque es “moderno” y porque es parte de la especulación financiera que ha pervertido el arte de una forma grosera.

En este momento en que la mayoría de las obras del arte contemporáneo VIP enarbolan un discurso oenegero, panfletario, que un redymade de “uniformes de paramilitares” o “paredes balaceadas por narcotraficantes” son obras de arte comprometidas políticamente y esa es su virtud, acusan al muralismo por ser panfletario. Los artistas VIP destaquen su activismo político y su agenda oenegera como parte de su trabajo, es decir, se vale todo menos hacer un mural. La realidad es que es más sencillo poner una cubeta con sangre que pintar.

Diego Rivera pintó sus murales del Colegio de San Ildefonso con la pistola en el cinturón, los fanáticos de la ignorancia los apedreaban, los insultaban. Los murales siguen ahí, impecables e implacables, mientras que todos los que lo insultaron hoy están muertos y olvidados.

Por Avelina Lésper 

Instagram: @avelina.lesper 

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Avelina Lésper
  • Avelina Lésper
  • Es crítica de arte. Su canal de YouTube es Avelina Lésper
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