Durante mucho tiempo, el video fue visto como un recurso propio del ocio digital: bailes, retos virales, bromas o tutoriales rápidos. Sin embargo, el escenario está cambiando. Hoy, producir y compartir video no es solo entretenimiento: también es credibilidad, posicionamiento y estrategia laboral.
En ese cruce de caminos aparece una alianza inesperada: CapCut, la app de edición ligada a TikTok, acaba de integrar la opción de publicar directamente en LinkedIn. Y aquí la reflexión es inevitable: ¿qué pasa cuando una herramienta pensada para lo viral se convierte en aliada del perfil profesional?
La integración es sencilla: editar en CapCut y, con dos toques, compartir en LinkedIn. El resultado se acompaña del sello “Hecho con CapCut”, aunque la red asegura que esto no afecta la visibilidad de la publicación en su algoritmo. Lo relevante es que LinkedIn ha declarado abiertamente su apuesta por el video como formato prioritario. En otras palabras, lo que hace un par de años parecía impensable —subir contenido pulido y creativo en un espacio corporativo— hoy se vuelve requisito para destacar.
Pero el movimiento no se limita al vínculo con LinkedIn. CapCut también está reforzando su arsenal con inteligencia artificial generativa: creación de videos a partir de texto, acceso a modelos como Veo3 y Seedream para producir imágenes y clips, generación de avatares con voz y gestos realistas, además de subtitulados y traducciones automáticas que permiten llegar a nuevas audiencias sin barreras idiomáticas. La promesa es clara: menos tiempo en la edición, más impacto en la difusión.
El tablero competitivo es evidente: mientras Meta impulsa su app Edits, CapCut responde con funciones que buscan retener a los creadores. Sin embargo, esta conexión con LinkedIn abre una dimensión distinta: la posibilidad de que un mismo material, con ligeros ajustes, sirva tanto para TikTok como para un perfil profesional. ¿Estamos ante el inicio de una cultura híbrida del video, donde lo creativo y lo corporativo conviven en el mismo contenido?
Lo cierto es que la frontera entre ocio y trabajo nunca había estado tan difusa. Y quizá, en esa intersección, se encuentre el futuro de la comunicación digital.