Desde el siglo XVII se tiene registro de la participación del ayuntamiento de la ciudad en la vida cultural de sus habitantes, según se consigna en sus actas de cabildos el cabildo hacia la contratación de compañías de ópera con motivo de la fiesta de Corpus; después de la Independencia también hay testimonios de organización de exposiciones municipales para reconocer el talento local; a fines de los años sesenta del siglo XX, a consecuencias de la Olimpiada cultural celebrada con motivo de los juegos olímpicos de 1968; el Ayuntamiento comenzó una política cultural constante y definida en favor de los artistas y la población en general.
En 1967 abrió sus puertas el conjunto de la galería municipal y el teatro Torres Bodet y un año más tarde el Centro de la Amistad Internacional; en los años setentas algunas de las llamadas Unidades Hogar se convirtieron en Centros Culturales, ahí surgió el Centro Cultural de la colonia Atlas con la Biblioteca Agustín Yáñez incluida.
Más de medio siglo de trabajo editorial con temas de la ciudad produjo valiosa y diversa colección de clásicos y nuevos. Esto reforzado con la primera feria del libro organizada en México. Un momento culminante fue el año 1992, con motivo del 450 aniversario de su fundación se publicó una colección de libros y abrió sus puertas el Museo de la Ciudad. Se tuvo Compañía de Teatro y el grupo folclórico Ciudad de Guadalajara, además se instaló por primera vez un consejo ciudadano de cultura. Al paso de las administraciones la infraestructura se multiplicó con bibliotecas y centros culturales barriales como San Andrés, Santa Cecilia y La ferro.
Muchos años funcionó una galería de exposiciones con el nombre de Salón Guadalajara y la sala de cabildos como sede de conciertos y conferencias, en donde por más de Cuarenta años se llevaron a cabo los cursos de información de Guadalajara que con los años abarcaron también temas de otras poblaciones de la Zona metropolitana; de manera que ir al palacio municipal no solo era para tramites había vida cultural también. Como complemento y para reconocer el talento local surgieron concursos de escultura, pintura y literatura.
Con la llegada de los candidatos del partido naranja, comenzó la debacle, el primer alcalde de ese partido y actual gobernador por principio decidió que el programa editorial no era importante; comenzó un descuido por la infraestructura cultural y decidió que lo mejor era apostarles a espectáculos de pantalla, como los festivales Guadalajara Luz y Guadalajara Sucede, más cercanos al “relumbrón” que a la difusión de la cultura como enriquecimiento espiritual de los tapatíos; emprendió un programa de escultura urbana para pagar el apoyo de artistas durante su campaña.
La actual administración comenzó mal en el tema, después de nombrar en la dirección a un reconocido creador y promotor cultural a las pocas semanas fue destituido por criticar los programas de relumbrón de su antecesor. El resto está a la vista, la pandemia les cayó “como anillo al dedo”; los centros culturales barriales abandonados, los vecinos se cooperan para mantener lo elemental; el caso más lastimoso es el Museo de la Ciudad, con sus puertas y ventanas rotas sostenidas por palos de escoba; con las obras de línea 3 del tren se dañó gravemente el Museo del periodismo; Larva y el teatro Torres Bodet, cerrados por la pandemia; los festivales suspendidos y los cursos de información con más de cuarenta años desaparecieron. Todo indica que los políticos del partido naranja desconocen o están en contra de la difusión cultural y al parecer sus referentes en el tema son sus visitas a Las Vegas y los conciertos de Banda del auditorio universitario.