Política

ONU

La Asamblea General de la ONU volvió a celebrarse esta semana en Nueva York, como cada octubre. El ritual fue previsible: presidentes y dignatarios acudieron no tanto a dialogar sobre el destino del planeta, sino a ventilar dos cosas. Primero, sus propias agendas políticas internas, siempre cargadas de ideología. Y segundo, una disputa cada vez más clara entre quienes aún confían en la ONU y quienes la consideran un organismo rebasado y sin rumbo.

El encuentro estuvo marcado, como suele ocurrir, por destellos de sensatez en medio de un océano de discursos estridentes, folclóricos y hasta absurdos. Quizá lo más simbólico ocurrió fuera del debate: la falla simultánea de las escaleras eléctricas y del teleprompter justo cuando el mayor donante del organismo, Estados Unidos, iba a tomar la palabra. Una metáfora involuntaria del estado actual de la institución.

La ONU se ha transformado en un foro más burocrático que operativo, con abundancia de buenos deseos y escasez de resultados tangibles. A esto se suma la adopción de una agenda progresista liberal que choca con países donde ese ideario ha generado rechazo electoral y tensiones internas. No se trata de apostar por la desaparición de la ONU ni de exigirle un viraje hacia el conservadurismo, pero sí de reconocer que su humanismo discursivo carece de pragmatismo frente a los problemas reales del mundo.

El mayor obstáculo, sin embargo, está dentro de la organización misma. Sus burócratas parecen cómodos en la inercia, y la mayoría de las naciones pequeñas —que encuentran en la ONU un espacio privilegiado de expresión— carecen de incentivos para impulsar reformas de fondo. En consecuencia, el cambio probablemente vendrá desde los países que financian al organismo, a través de recortes y condicionamientos. No sería extraño que la estrategia adoptada por Estados Unidos en el pasado, cuando se retiró del Acuerdo de París, se convierta en la tónica de los próximos años.

De ahí que la ONU se enfrente a una disyuntiva histórica: reformarse por decisión propia o verse obligada a hacerlo bajo presión externa. Y, como enseña la política internacional, los cambios forzados suelen ser más dolorosos que las reformas voluntarias. Si la ONU quiere seguir siendo relevante, debe dejar atrás la retórica vacía y abrazar un enfoque realista, pragmático y de resultados. Y de paso, ojalá arreglen las escaleras. Es la reflexión multilateral de tu Sala de Consejo semanal.


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Arnulfo Valdivia Machuca
  • Arnulfo Valdivia Machuca
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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